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sábado, 26 de octubre de 2013

Gijón 1937-2013: Las huellas de la batalla



     El 21 de octubre de 1937 entraban las tropas nacionales en Gijón.  La rendición se había producido el día anterior. Desde entonces reinaba en la ciudad el silencio, el sonido que acompaña al miedo y a la resignación. El día era gris y llovía sin interrupción. Cientos de sábanas, toallas, retales de ropa blanca colgaban de balcones y ventanas. También se veía alguna bandera rojigualda que había permanecido varios años oculta en el fondo de un armario. La guerra en el Frente Norte había tocado a su fin, pero tras quince meses de combates, bombardeos aéreos y navales las huellas en la ciudad eran innegables. Hoy han pasado ya 76 años de aquella fecha. La ciudad ha cambiado y poco se parece a la que entonces fue, pero, transformados, reconstruidos o simplemente pasando desapercibidos, muchos son los restos que de aquellos sucesos aún podemos encontrarnos caminando por las calles.

Entrada del Tercio de Navarra en Gijón, 22 de octubre de 1937
     El alzamiento militar de julio de 1936 se venía gestando de mucho tiempo antes, por lo que cuando se recibió la orden las tropas se encontraban acantonadas en los cuarteles, los oficiales leales arrestados o de permiso, los planes trazados y los objetivos marcados. En Gijón los sublevados se concentraron en varios puntos: el cuartel de Zapadores de El Coto, el cuartel de Infantería del Regimiento Simancas, la batería costera de Cimavilla, el Parque de Artillería de Marqués de San Esteban y el cuartel de la Guardia Civil, ubicado en el antiguo Teatro Circo Obdulia en los Campos Elíseos.

     Las dudas, las indecisiones, la resistencia presentada por varios oficiales y suboficiales leales retrasó el inicio del alzamiento hasta entrado el día 20 de julio, lo que permitió a los milicianos rodear estos puntos de resistencia y, poco a poco, ir neutralizándolos.

     Los primeros en caer fueron el Parque de Artillería y la batería de Santa Catalina, sin apenas tener que realizar disparo alguno. Posteriormente caería el viejo cuartel de la Guardia Civil, un edificio de madera que presentaba nulas cualidades para la resistencia, quedando así concentrada la defensa en los cuarteles de El Coto y Simancas. Otros pequeños focos, formados por unidades de soldados que habían salido de los cuarteles, fueron cayendo una a una durante las primeras jornadas.

     Aislados, la pelea por la toma de los cuarteles adquirió tintes épicos. Los milicianos rodeaban los edificios haciendo fuego continuo de fusilería, granadas y proyectiles de artillería. Intentaron numerosos asaltos haciendo uso de camiones blindados artesanalmente. Poco a poco la resistencia se fue haciendo imposible. El único apoyo que recibían los sublevados era el que proporcionaba el crucero Almirante Cervera, que se paseaba plácidamente por la bahía gijonesa consciente de la ausencia de fuerzas navales y defensas costeras republicanas, actitud que le valdría el sobrenombre entre los asturianos de “El chulo del Cantábrico”. Durante el mes que se prolongó la lucha en Gijón,  sus ocho cañones de 152/50 bombardearon sistemáticamente la ciudad, batiendo los lugares desde donde se hacía fuego artillero, los puntos de concentración de tropas o las inmediaciones de los cuarteles durante los asaltos, así como bombardeos a edificios como el Ayuntamiento, la plaza de Toros o numerosas viviendas.

Famosa fotografía de Constantino Suárez que refleja el asalto último al cuartel del Simancas (21-08-37)
 
     El 16 de agosto los milicianos tomaban el cuartel del Coto. El 21 de Agosto de 1936 caía el Simancas. Gijón estaba completamente en manos de las milicias gubernamentales.

     El triunfo del alzamiento en Oviedo y su posterior asedio convirtieron a Gijón en la capital de facto de la Asturias republicana. Se instauró aquí el Consejo de Asturias y León, que posteriormente, tras la caída de Vizcaya y Santander, se declararía Soberano. Este gobierno, encabezado por Belarmino Tomás, escogió su sede en el edificio de la Casa Blanca, en la plaza del Parchís, edificio que fue en varias ocasiones bombardeado por la aviación nacional sin mayores consecuencias.

     Muchos otros edificios fueron cayendo bajo el poder destructivo de las bombas. El mismo palacio de Revillagigedo fue gravemente mutilado. Numerosas viviendas también resultaron destruidas por las bombas.
Una de las torres del palacio de Revillagigedo gravemente dañada por la aviavión nacional.
La misma torre reconstruida.

 












Arriba a la izquierda la iglesia de San Pedro tras ser demolida por las autoridades republicanas. Abajo, su reconstrucción actual.


















     Tras el inicio de la ofensiva de septiembre del 37, con todos los demás frentes estabilizados, Gijón se convirtió más si cabe en el soporte moral de la Asturias republicana. No sólo era la sede del Gobierno y de las máximas autoridades militares. En esos momentos era el cordón umbilical que alimentaba al territorio y sostenía el esfuerzo bélico. Los escasos barcos que eran capaces de forzar el bloqueo al que la escuadra franquista sometía a estas costas recalaban principalmente en el puerto de El Musel, a esas alturas protegido por baterías costeras construidas por la república en la Campa Torres y La Providencia, junto a las de Santa Catalina.

Estado actual de las baterías costeras republicanas en la Campa Torres.

     El frente oriental, a través de Llanes y las Peñamelleras fue, poco a poco, sobrepasado. Hubo luchas heroicas y resistencias imposibles, pero finalmente las tropas republicanas tuvieron que ceder terreno. La batalla que debía durar una semana se prolongó 50 días. Cuando las brigadas navarras llegaron a los alrededores de Villaviciosa se produjo la evacuación por mar de las autoridades militares y civiles, muchos paisanos y milicianos de algunas de las unidades que habían sido clasificadas cómo de mayor calidad militar de entre las tropas del Ejército de Asturias.  Unos 12000 civiles, milicianos y autoridades conseguirían llegar a puertos franceses. Mientras tanto, los militares que quedaron en Gijón, decidieron proclamar la rendición incondicional el 21 de octubre, lo que significaba el fin del Frente Norte.

     Quizás muy resumida y trastabillada esta primera parte, es sin embargo primordial para situarnos en aquellos lugares que hoy, en octubre de 2013, aún guardan en sus muros las viejas heridas de aquella lucha.

     Nada queda del Parque de Artillería que estaba ubicado en la calle del Marqués de San Esteban. Es una calle que, como toda la ciudad, ha experimentado un gran desarrollo urbanístico desde entonces. Sin embargo aún conserva muchos edificios de la época, alguno de los cuales, aunque restaurado, fue objeto de atención de la artillería del Cervera. Sin embargo, en el edificio más particular de esa calle, la antigua sede de la Sociedad de Fomento de Gijón y antiguo Banco Urquijo, aún se pueden ver claras marcas de disparos. En este punto me surgen las dudas, pues desconozco si se deben a un efímero intercambio de disparos o bien pudieran ser más antiguas, de la revolución de octubre del 34 (otro octubre), cuando las columnas que desembarcaron en El Musel se enfrentaron con los revolucionarios parapetados en Cimavilla. Lo cierto es que, correspondan a una u otra fecha, ahí siguen las marcas en los arcos a fecha de hoy.


Marcas en la piedra de disparos en el ntiguo edificio de la Sociedad de Fomento de Gijón ¿34 ó 36?





























     En Cimavilla, además de las baterías allí construidas y nunca acabadas que son hoy santo y seña de identidad del parque de Santa Catalina, hay edificios como el ya mencionado palacio de Revillagigedo, cuya torre oeste fue completamente arrasada por la aviación nacional, o la iglesia de San Pedro, arrasada hasta sus cimientos por las bombas. Y, justo debajo de la casa Paquet, el edificio en el que se dio luz verde a la evacuación, un viejo portón destartalado guarda una de las entradas a un refugio antiaéreo allí excavado, uno de los muchos que se construyeron en la ciudad y que el urbanismo se llevó por delante.

Una de las entradas al refugio antiaéreo de Cimavilla

     En la zona del Parchís abundan también los edificios históricos. El instituto Jovellanos, que fue sede de la Guardia de Asalto. La iglesiona o Iglesia de San Lorenzo, que fue cárcel durante 15 meses para todos aquellos individuos calificados como derechistas o adeptos a la sublevación. También la Casa Blanca sigue allí. Este edificio racionalista diseñado por el famoso arquitecto Manuel del Busto aún sigue controlando majestuoso el ajetreo diario de una de las zonas más concurridas de la villa, sin que muchos sepan que tras esas paredes funcionó el único gobierno soberano que tuvo Asturias desde tiempos medievales.

La Casa Blanca, edificio racionalista de Manuel del Busto que fue sede del gobierno del Consejo de Asturias y León

      Desde aquí, encaminándonos a la calle Cabrales, escenario de enfrentamientos entre soldados y milicianos, veremos una de las estampas que más retrotraen al inicio de la guerra civil en Asturias. Al fondo, en lo más alto, una gran cruz recuerda a los caídos en la defensa del Simancas. Hoy esa cruz forma parte del Colegio Inmaculada que se levantó sobre las ruinas del cuartel. La destrucción tras un mes de combate, fuego de artillería e incendios fue total. Apenas quedaron unos muros ennegrecidos que fueron posteriormente restaurados. Hoy, además de esa cruz y de una gran maqueta del cuartel destrozado que el instituto guarda en su interior, casi nada queda que recuerde aquellos hechos. Solamente, al recorrer la calle Campo Sagrado y fijarnos bien el lienzo trasero de la capilla del Simancas, veremos las huellas indelebles de los impactos de las balas sobre la piedra.















Ayer y hoy de la calle Cabrales. Milicianos tras una barricada en los primeros días de lucha y el monumento a los defensores del Simancas actual.
















El cuartel del Regimiento de Simancas tras finalizar los combates
















El hoy Colegio de la Inmaculada totalmente reconstruído.

















Marcas de balazos en el lienzo posterior de la Capilla.

     Pero antes de llegar, en la misma calle Cabrales, pasaremos delante de la Iglesia de San Lorenzo, en la que se encerraron varios guardias civiles, militares y falangistas en las primeras horas del alzamiento. Sobrepasados por los milicianos tuvieron que abandonarla y volver al Simancas. Posteriormente la iglesia resultaría parcialmente destruida tras ser incendiada.



La iglesia de San Lorenzo en 1937





















Iglesia de San Lorenzo en 2013























      Un poco más al este, en el barrio del Coto, abrigando la plaza de la República, se levanta el antiguo cuartel de Zapadores, actualmente centro cultural, ambulatorio, conservatorio de música, etc. Aunque resultó menos dañado que el Simancas apenas guarda restos perceptibles tras varias reconstrucciones/remodelaciones. Sólo el recuerdo de los combates allí habidos. Como le ocurre a la vecina plaza de toros de El Bibio, desde la que se hacía fuego contra el cuartel y que servía también como centro de agrupamiento de milicias, lo que le valió ser bombardeada en varias ocasiones. Hoy el cemento recubre sus paredes ocultando los boquetes de los proyectiles del Cervera, aunque quedan fotos de época que así lo atestiguan.

El cuartel de zapadores tras su rendición en agosto de 1936
















Hoy centro cultural del barrio de El Coto.


















Gravemente dañada la plaza de toros por el fuego del Cervera y la artillería emplazada en el Simancas

















La plaza de El Bibio en la actualidad.
















     Quedan aún algunos elementos más como las baterías republicanas en la Campa Torres y La Providencia, con casamatas en muy buen estado de conservación, polvorines y otras dependencias bajo tierra.  En la primera aún se pueden ver tramos de trinchera. Y tampoco olvidarse de la colina del Cuervo, en el que existe un pequeño nido de ametralladoras levantado para repeler alguna posible incursión anfibia por la zona. O las marcas de balazos que jalonan algunos trozos de muro en la parte interior del dique exterior de El Musel, quizás debido a ametrallamientos desde el aire o, tal vez, al intercambio de fuego que se produjo el día 20 entre los que buscaban un hueco en los escasos barcos que quedaban en el puerto antes de poner rumbo a Francia. Iglesias destruidas por el anticlericalismo radical como Santa María de Leorio. Y algunas otras más.

Nido de ametralladoras en la colina del Cuervo


Santa María de Leorio, uno de los muchos templos que sufrieron de las iras anticlericales durante la guerra. Actualmente sigue en ruinas.

       Sirva esta pequeña semblanza a vuela pluma de aquel Gijón de octubre de 1937 y este de octubre de 2013, tan distintos y tan semejantes para no olvidar que en sus calles aún permanece la memoria de aquellos tiempos difíciles, quizás más notoria de lo que podamos creer. Y que mejor forma de acabar que como empecé; viajando 76 años atrás en el tiempo y poner en mis manos las letras que un carlista voluntario en el Tercio Navarra dejó escritas:

      "A las doce del mediodía, y entre el hostil silencio de un frío recibimiento, entra el tercio Navarra en Gijón. La impresión que recibe esta unidad, que en tantos pueblos y ciudades ha entrado victoriosa, es desagradable e incómoda. Nunca fue el tercio recibido con menos cordialidad. Realmente, los requetés esperaban otro recibimiento, y quedan descontentos y mal impresionados." 

     Y es que había caído Gijón,  la capital de la Asturias republicana.

Tropas franquistas (requetés) desfilan por Gijón tras la rendición.
 
Actualmente en el Museo del Ferrocarril, restos recuperados entre las ruinas del Simancas.

Se conservan cascos, vainas, balas, bombas de aviación  y obúses, cureñas de cañones, etc.