Guetar n'esti blogue

domingo, 29 de julio de 2012

Caminando por el monte de La Trecha


     Tiempo hacía que venía yo dándole vueltas a la idea de recorrer un pequeño monte del concejo de Les Regueres colindante con el de Uviéu. La Trecha. Si todo dependiera de sí mismo, de sus particularidades, de su riqueza vegetal o de su altiva orografía, nunca jamás habría dedicado una jornada a recorrerlo de arriba abajo varias veces. Por si solo no es más que uno de los innumerables montes que pueblan Asturies, de escasa altitud (317 m), con algunos terrenos de pasto y en buena medida cubierto por plantaciones de eucaliptos. Sin embargo, un hecho sucedió hace muchas décadas atrás que ligaría este monte a mi historia personal y a la propia de esta tierra asturiana. Durante meses, en plena guerra civil, La Trecha sería uno de los puntos más calientes en el frente asturiano, con ataques por uno y otro bando por su posesión, terminando en finalmente bajo el control parcial de ambos, la parte norte en manos del Ejército Popular y la sur en manos de las fuerzas franquistas, con las primeras líneas de ambos contendientes situadas muy cerca unas de otras. Pero el motivo que hace que esta loma tenga un valor especial que la diferencia de otros puntos calientes es que en ella, en 1937, estuvo desplegado el batallón 263 o Marinos, de cuya 3ª compañía formaba parte el soldado Corsino González Costales. Corsino era mi abuelo.

     Después de dejar el coche en el pueblo de Tamargu, en el que aún se ven viviendas en ruina desde los combates, me adentré en la primera caleya que ascendía monte arriba. No conocía la ubicación de las posiciones pero no creo que tardase en dar con ellas y, efectivamente, poco tiempo necesité para ver los primeros indicios. La caleya que ascendía poco tardó en convertirse en un sendero medio cegado por la vegetación. Día de sol esplendoroso y calor pegajoso en el que bucear entre les feleches, cotolles y escayos. Afortunadamente de vez en cuando se podían encontrar las pistas que acostumbran a abrir los jabalíes en sus correrías montunas y que facilitaban enormemente la progresión.

Caleya y trinchera para subir a La Trecha
      Desde casi el mismo momento de internarme en el monte me llamó la atención que el camino iba acompañado de parapeto, algo nada extraño en nuestros montes, pero daba la impresión que este estaba excavado más de lo necesario, lo que me llevaba a considerar que, o bien era una pista abierta aprovechando una línea de trinchera o bien lo contrario, que la línea se hubiera hecho fortificando los parapetos de los caminos que servirían también de cierre o linde de las parcelas.

     El desconocimiento a veces te da una libertad de movimientos que en caso contrario no tendrías. Al no saber realmente qué iba a ver y dónde estaba, cada sitio, cada lugar, era para mí un punto del mayor interés. Como no tenía destino al que llegar no tenía un camino concreto que seguir. Siguiendo la ascensión, saliéndome del camino, podía dedicarme también a observar el mero entorno. Los eucaliptos que tanto destacan desde la carretera y la parte baja del monte de repente comenzaban a hacerse menos frecuentes, ocupando su puesto, principalmente, jóvenes ejemplares de robles y castaños en flor, con una lozanía que sorprende a las puertas de agosto, pero que visto este verano que aún no ha sido no tiene nada de extraño.

Castaños en flor a la vera de un prado en la ladera N de La Trecha
      Viendo los primeros tramos de trinchera llegué a una zona en la parte alta, en la vertiente que mira hacia Oviedo donde me esperaba una fantástica sorpresa. Medio escondido entre la maleza, con parte de él formando el arcén de una pista forestal, un nido de ametralladoras semidestruído, con el techo  volado, el interior del tambor encofrado de ladrillo y, enterrado pero aún visible, el hormigón que lo rodea. Me alegró encontrarlo, especialmente porque en esa zona la densidad de la vegetación podría esconder cualquier cosa a un metro de distancia. De hecho, de no ser por hallarse a pie de pista es más que probable que no lo hubiera visto.

Parte visible del nido de ametralladoras. Semicubierto de tierra se aprecia la parte hormigonada.

     Pocos metros más abajo, gracias a que habían estado realizando trabajo los madereros por allí, me encontré con una zona de parapetos y trincheras muy guapa que se perdía en el bosque en todas direcciones. Los parapetos, en buen estado en muchos puntos, se alzaban más de un metro sobre el suelo, y entre sus piedras cubiertas de verdín, o entre la ramasca de los eucaliptos cortados aparecían muchos pedazos de metralla, restos de obuses, alguno casquillos, un pedazo de bomba de aviación. Un sector caliente sin duda, y por la ubicación, en el sector republicano.
Me dejé llevar. No tenía prisa.

Parapetos republicanos
Líneas republicanas

     Caminando siguiendo las líneas que iban y venían iban apareciendo, ocultos entre la maleza, seguían apareciendo posiciones. Pozos de tirador, muchos parapetos, más metralla. Y todo ello bajo un paisaje en el que el roble y, en mayor medida el castaño, eran los reyes.  En este deambular me topé con otra posición muy curiosa, un nido de ametralladoras de tierra, con una forma perfectamente circular y las paredes de tierra muy bien marcadas. Un agujero de buen tamaño por su interior apuntaba a la presencia de buscadores con detectores de metales (lo cierto es que la profusión de agujeros indica a las claras que este sector es uno de los preferidos de los buscadores).

Emplazamiento para arma automática de tierra

      Dejando atrás esta zona de trincheras, adentrándome en una nueva zona de arbolado autóctono, encontré el mismo tipo de parapetos, sólo que estos apuntaban en dirección opuesta a las líneas. Este sector tenía trincheras de acceso al parapeto muy estrechas pero muy bien marcadas en el terreno. Además en algunos puntos se veían pequeñas eses en la línea, supongo que para dejarlas menos expuestas a ataques de flanco, pero sin llegar a ver los zigzags tan marcados de otros lugares. Para entonces, tras andar siguiendo trincheras monte abajo y sin ninguna referencia visual más allá de los árboles, ya no podía situarme con claridad, por lo que desconozco si estos parapetos eran republicanos o franquistas. Lo cierto es que en este sector las líneas se separaban en algunos puntos por escasos metros, y de ahí a una de las pocas historias que me han llegado de mi abuelo y que ocurrió en aquel monte:

Parapetos y trincheras entre la hojarasca

     Aquello sucedió un día tranquilo en ese sector del frente. Las fuerzas de uno y otro bando ocupaban sus líneas, separadas por escasos metros de tierra revuelta, vegetación quemada y metralla. No era momento de grandes asaltos, pero el fuego de artillería, los bombardeos de la aviación y el tiroteo formaban parte de la rutina diaria. Las tropas se hostigaban mutuamente a fin de mantener a su oponente clavado en sus posiciones.

     En un momento que la intensidad del fuego había descendido, detrás de su parapeto, un soldado nacional se puso a cantar. La distancia era lo suficientemente corta para que la voz llegara nítida a los parapetos republicanos. Quizás fuese una canción de exaltación patriótica, quizás un canto popular. Entre los hombres de la 3ª compañía del Batallón de Infantería 263 del Ejército Popular de la República rápidamente tomo forma una idea.  

-                                -  ¡Corso! Ciérrales la boca a esos facciosos.

     Corsino sabía cantar, le gustaba y lo hacía muy bien. Desde su puesto tras el parapeto esperó, y cuando el otro acabó tomó aire y comenzó su turno. En medio del frente se entabló un duelo a voces. Tonadas asturianas, canciones políticas, éxitos de la copla. Todo valía. Cada canción iba acompañada por los jaleos de los unos y los abucheos de los otros. El fuego fue cesando a lo largo de las posiciones y en un momento dado ya sólo se oían las voces que salían de las trincheras. Nadie sabe cuánto duró, ni siquiera si hubo ganador. Un obús de artillería, disparado desde un punto más lejano, ajeno a cuanto allí ocurría en ese momento, puso fin a esa corta guerra de mentira que no dejó ni muertos ni heridos. El sonido del paqueo volvió a hacerse omnipresente. El estallido de una granada o alguna ráfaga de ametralladora devolvió la odiosa normalidad a aquel frente de La Trecha.

Restos de la batalla

     Siguiendo mi deambular entre la vegetación, ese mixto de eucaliptos y bosque atlántico, atrás fueron quedando las trincheras. Ante mi de nuevo algún prado de pasto, y las primeras caserías de Les Mariñes, al norte del monte. La altura del Sol llevaba ya varias horas bajando, aunque aún quedaba día por delante. Volví dando un rodeo por la base del monte hacia la localidad de Tamargu, donde había dejado el coche. Volvía manchado de tierra, cubierto de sudor, con brazos y cara escayados, pero contento y satisfecho, aún consciente de que esta sólo era la primera, que vendrán más salidas, que lo visto y encontrado no es sino una parte de lo que realmente oculta la montaña bajo su densa vegetación.


     Contento y satisfecho por haber puesto algún ladrillo más en los maltrechos muros que conforman el recuerdo de la historia vivida por mis antepasados en aquellos tiempos tan difíciles, tan crueles con ellos.

Fotografía aérea con algunos de los emplazamientos descritos.

lunes, 16 de julio de 2012

El Moyón de la Corralá


Del Moyón de la Corralá
al matu’l Rateru,
hai un pelleyu de güé pintu,
tou llenu de dineru.

                En metanes el valle d’Ayer, a la vera la carretera que baxa dende San Isidro, alcuéntrase la Pola Vieya (Pola del Pino en castellán), un pueblín pequeñu, de poco más d’un centenar d’habitantes, pero que destaca enforma por ún d’ellos, quiciaves el más famosu, que dende cuantayá guarda’l pasu a la plazolina conocía pola Corralá. Esti vecín ye’l perconocíu Moyón de la Corralá.

                El Moyón de la Corralá ye ún de los elementos más curiosos que n’Asturies podemos atopar. Curiosu tantu poles lliendes d’ayalgues y moros misteriosos que circulen alrodiu d’elli comu pola indefinición del so orixe.

El Moyón a la entrá de la Corralá

                 Tradicionalmente considerase’l moyón como una piedrá llabrá polos moros que indicaría’l llugar au taba atapecía dalguna ayalga maraviosa qu’estos dexaren enterrá al fuxir del avance de les güestes cristianes. Esti calter paganu tan común nes costruciones pre-cristianes sedría la razón pola que a lo llargo’l mesmu son atopase tantes cruces grabaes, nun intentu por cristianizala y sacralizar un simbolismu y, quien sabe, si dalgún ritu o creyencia a ella asociá.

                Pa’l que nunca lu viere, el moyón ye un monolitu de piedra arenisca llantáu a un lláu del acesu a la plazolina de la Corralá, nel centru la Pola Vieya. Ye de grandes dimensiones, en torno al 1,90 metros d’altor por 0,5 metros de diámetru. Tien sección cuadrada nel cuerpu central, y en conxuntu guarda una nidia forma fálica que podría averala a antigüos ritos de fertilidá. Nes sos cuatru cares tien una bayurosa serie de grabaos, que van dende figures laciformes, antropomorfos a cruces llatines o griegues pasando por cazoletes y diversos piqueteaos. Lo ciertu ye que, pesie a que el reconocimientu arqueolóxicu féxose en 1975 pol eminente arqueólogu asturianu Miguel Angel de Blas Cortina, non foi hasta’l añu 2004 que se fixeren los primeros trabayos d’escavación que pudieren echar lluz sobre’l orixen d’esti monumentu.

                Los grabaos que se puén atopar son, siguiendo la mesma descripción que en 1975 fixere De Blas Cortina los siguientes:

                Na primera de les cares, la que primeru se ve al adientrase na plaza y que ta orientá hacia’l Norte presenta dellos trazos incisos suelto, dalguno más fechu por percusión, xunto a un grabáu de más llabor, un laciforme u alfabetiforme, con forma 8, piqueteáu y de bon tamañu (22x12 cm). Así mesmu, hai grabáu por trazu incisu cenciellu una figura laciforme de pequeñu tamañu asemeyá a símbolos de cantería ampliamente espardíos en ilesies y otres construciones. Lo más curiosu ye que nel primer estudiu fexo sobre los grabaos por Blas Cortina nun sal mencionao, lo cual pudiere llevanos a que o bien se tratare d’un grabáu postreru o bien pasare desapercibíu nel estudiu de 1975.

Laciforme nun recoyíu nel análisis primeru de los grabaos fechu por De Blas Cortina en 1975.
 
          La segunda de les cares, la que da pa’l Oeste, pa la zona pasu, tien distribuyíes a lo llargo la superficie les siguientes inscultures:

-          Una llatina de gran tamañu (23x15cm) na parte superior
-          2 llatines más, de 13 x 10 y 13,5 x 2,5 cm debaxo l’anterior
-          Otra de 12,5 x 15 cm, de factura más confusa
-          Dellos repicaos en forma vírgula y dos cazoletines d’unos 4 cm de diámetru.
-       No más baxo, dos cruces incises de 7,4 x 6 cm (de trazu cencielu) y 10 x 10cm (con un trazu más gruesu).
 

Vista xeneral de la cara W.

Detalle cruz incisa y cruz incisa con piqueteáu postreru (Cara  W)

       La cara Sur, la que da pa la Corralá, presenta tamién dellos cruciformes que, d’arriba abaxu son los siguientes:

-          Una cruz llatina, d’unos 10 x 8 cm, de trazu desigual.
-          Embaxo d’esta una cruz potenzal (colos estremos de los brazos finaos nun remate perpendicular a cada brazu) enriba d’una peana o base triangular. Esta presenta asimesmo delles zones de piqueteáu que bien pudieren ser d’otra cruz, quiciaes grabá con anterioridá. L’altor d’esti conxuntu algama los 22 cm y l’anchu másimu los 15.
-          A mandrecha d’esti conxuntu apaez una pequeña crucecina de xeitu griegu de 5 x 5 cm.
-     Más abaxu apaecen dellos piqueteaos ensin forma concreta asina comu un par de pequeñes cazoletes de 2,5 y 4 cm de diámetru.
-       Por últimu, na parte inferior del monolitu una cazoleta y otra cruz griega incisa de pequeñu tamañu na parte izquierda y otres dos cruces incises na drecha.

Vista xeneral de la cara Sur
Detalle cara S: cruz potenzada sobre pedestal
La cara cabera, la que da pa’l Leste, pa la muria de “la casa Toña”, guarda’l que ye el grabáu más curiosu del conxuntu. Aunque al tar en llau de solombra y humedá tien abondancia de líquenes, na parte cimera izquierda apaez una figura antropomórfica bien piqueteá. La figura humana tien una perspectiva asemeyá a la que apaez nel arte exipciu: el torsu vese en perspectiva frotal pero les estremidaes inferiores en vista llateral. Distinguese perbien los brazos y piernes, colos pies dando direcionalidá al grabáu, el torsu ampliu y la testa con una prolongación al xeitu d’un tocáu o sombreru. Debaxo’l antropomorfu una cazoleta bien nidia y a mandrecha dellos grabaos lliniales incisos. La figura tien unes dimensiones bien curioses, con un altor alrodiu los 29 cm, con un anchu másimu de 17 cm ente manu y manu. La cazoleta tien un diámetru en tornu a 5 cm.

Antropomorfu del Moyón y cazoleta

Aunque el so orixe entá nun ta claru, les recientes escavaciones arqueolóxiques llevaes a cabu nel monumentu arroxaren un poquiñín más de lluz, magar de que esta entruga, la del so orixe, caltenga la so incertidumbre. Inicialmente sopesáronse pa’l Moyón el orixe megalíticu (menhir neolíticu), el de fitu territorial de dómina medieval o fundacional de la polación ya incluso el orixe comu construción pal zarráu del acesu a la corralá. Los estudios de los estratos sobre los que ta fincáu dexó bien nidio dellos detalles:

-         El Moyón ta afitáu nun fosu sobre un estratu arcillosu (antañu nivel del suelu esterior de les viviendes) rodiáu d’una cama de piedres de tamañu mediu. La parte enterrá del Moyón sedría d’apenes 20 cm.
-          Nun s’atoparon materiales arqueolóxicos na escavación.

El fechu de que’l moyón tea sofitáu enriba’l nivel antigüu del suelu de la Corralá, y que les cases más antigües que la formen tengan una cronoloxía de finales de la dómina medieval indica que’l Moyón nun ocupa’l so llugar orixinal, y que foi treslladáu en tiempos rellativamente modernos (posterior al XVI o XVII) dende’l emlazamientu orixinal. Al determinase que’l megalitu ocupa un llugar ayén al orixinal torna a ganar posibilidaes el so orixe comu menhir, pues ún de los pilancos que más fuercia garraba pa obtener esti calter yera’l de tar asitiáu nun llugar que nun cumplía coles carauterístiques habituales na ubicación d’estos megalitos, asina como la ausencia de estructures tumulares que hubieren sido arrasaes pol desarrollu urbanu de la pola. La otra gran posibilidá, la de que se tratare de un fitu territorial afincáu n’otru lláu sigue ensin podese descartiar. Ye vezu común el marcar les llendes territoriales con peñes, munches vegaes marcaes con cruces. Esti vezu podría tar detrás de munches cruces grabaes nos cordales asturianos como pudiere ser el casu de los del Picu Berrubia, que separtaben les vertientes del cordal que pertenecíen al Conceyu de Tudela, dependiente del obispáu del d’Olloniegu, o’l del Picayu, na llende’l conceyu Uviéu y l’antigüu de L.lena. Ensin embargu, lo que ye menos habitual ye que pa esti fin se optase por un monolitu tan trabayáu asina comu que se grabasen tantes cruces. Esta abondancia de cruces inclina a pensar más nun orixe relixosu paganu que’l de mera demarcación territorial. De toes formes, tradicionalmente munches estructures megalítiques foron emplegaes comu mediu de demarcación de territorios. 

De tratase d’un menhir, el Moyón de la Corralá cobraría muncha más importancia dientro’l panorama hestóricu asturianu al tratase d’un tipu d’estructura escasísimu n’Asturies a diferencia d’otres fasteres cantábriques nos que son más abondantes, comu Galicia (onde, por exemplu, hai un menhir, el de Gargantans, que aseméyase abondo a esti), Euskadi o mesmamente Cantabria.  La datación, evidentemente, al carecerse de elementos contestualizaos ye imposible de concretar, pudiendo dir dende’l neolíticu o’l bronce inicial a dómines medievales.

Menhir de Gargantans (Pontevedra) afitáu n'una necrópolis tumular y de carauterístiques asemeyes al Moyón
Menhir d'Ouvienes (Valdés), otru posible menhir astur
Pa finar, lo únicu ciertu ente tantes incertidumbres ye que, por si mesmu, y seya cual seya l’orixe, la finalidá cola que se llevantó o quien lo fexo, la maxa y les lliendes que lu rodien son bagaxe más que suficiente pa dexase cayer por esti pueblín ayerán y disfrutar del Moyón de la Corralá.

Cruces incíses, piqueteaes ya amestaes. Repiqueaos en forma vírgula. Cara W.

lunes, 9 de julio de 2012

¿La llucha ye cosa d'homes?


                  Pasen delantre los mis manos documentos y documentos enllenos de nomes.  Xente que nun momentu la so vida, allá en metanes los años 30, dexó a un llau la so vida normal y tevo qu’embarcase nuna llucha que marcaría la so vida pa siempres. Munchos foron los que dexaron ferramientes, trebeyos de llabor, garraron un fusil y marcharen a defender no que creyíen, arrechos de valor, d’arguyu y de miéu. Esos nomes, cayíos la mayoría n’esi sacu fonderu del escaezu, remanecen ehí, nos vieyos documentos de color amariellu, lluchando por nun desapaecer, por que daquién, dalgún díi, seya sacalos a la lluz.

                Ente esos nomes, casi toos de homes, mozos y vieyos, apaecen munchos de muyeres. Mocines que nun tiempu difícil enforma pa elles tomaren la decisión de lluchar polo de so ensin importayos adientrase nun mundiu d’homes. Una llucha por defender unos drechos negaos hestóricamente pero que  los movimientos obreros y revolucionarios d’entamos del sieglu XX punxeron enriba la mesa. Na revolución d’Ochobre, na guerra civil, munches muyeres combatieren en primera llínia comu milicianes, granada, fusil o dinamita en manu.

Miliciana na Sierra Guadarrama, Branu 1936

                Col tiempu foron siendo retiraes de primera llínia y destinaes a llabores sanitaries, d’enllaz, comu personal ausiliar nos batallones, pero’l so vezu por lluchar llombu con llombu trascendió na hestoria y delles pasaren a formar parte de la memoria colectiva de la llucha del pueblu. Rosario, la dinamitera que nel frente madrileñu perdió una manu, la nuesa Aida Lafuente, mitu de l’Asturies minera y proletaria, cara del 34 revolucionariu, les 13 roses fusilaes na posguerra.

Miliciana Marina Ginesta en Xunetu 1936, Barcelona
                 Belleza, mocedá y enfotu nun  mundiu meyor, xenerosu col humilde, col que tien que lluchar díi tres díi pa vivir ensin tener que baxar la cabeza frente a reyes, militares y clerigalla. Un puntu contrapuestu a lo que dende’l movimientu proponía Pilar Primo de Rivera, una imaxe de muyer servil, inferior, una máquina procreadora al serviciu del home, el estáu y la ilesia, ensin xuiciu, ensin pensamientu críticu. Un mundiu nel que la muyer nun tinía otra razón de ser que la de madre ya esposa.


                Dende equí, seyan estes semeyes, estes voces, estos poemes, el mio sinceru ya humilde homenax que se merecen.            


 Rosario, dinamitera,
sobre tu mano bonita
celaba la dinamita
sus atributos de fiera.
Nadie al mirarla creyera
que había en su corazón
una desesperación,
de cristales, de metralla
ansiosa de una batalla,
sedienta de una explosión.

Era tu mano derecha,
capaz de fundir leones,
la flor de las municiones
y el anhelo de la mecha.
Rosario, buena cosecha,
alta como un campanario
sembrabas al adversario
de dinamita furiosa
y era tu mano una rosa
enfurecida, Rosario.

Buitrago ha sido testigo
de la condición de rayo
de las hazañas que callo
y de la mano que digo.
¡Bien conoció el enemigo
la mano de esta doncella,
que hoy no es mano porque de ella,
que ni un solo dedo agita,
se prendó la dinamita
y la convirtió en estrella!

 Rosario, dinamitera,
puedes ser varón y eres
la nata de las mujeres,
la espuma de la trinchera.
Digna como una bandera
de triunfos y resplandores,
dinamiteros pastores,
vedla agitando su aliento
y dad las bombas al viento
del alma de los traidores.

Miguel Hernández – 1937


Miliciana del Batallón de Acero, Guadarrama

Miliciana extremeña






domingo, 1 de julio de 2012

La biesquina del Palaciu Llabra


                No altu’l pueblu Llabra, nel conceyu Cangues d'Onís, asitiase’l palaciu, construción d’orixe medieval que ente los sieglos XVII y XX perteneció a la poderosa familia de los Soto. De la torre medieva orixinal foi pasándose a un conxuntu monumental con otra torre y un cuerpu central. El palaciu alcontrábase rodiáu de grandes estensiones de tarren asina como cases pa’l serviciu, los guardas , capielles, horros y más. Anguañu,ya tando el conxuntu en manes de los Condes de la Carrera, construyose un llagu artificial nos xardinos del palaciu nel que sobresal una estatua monstruosa de doráu fulgor. El valir económicu de la mesma de xuru que ye indubiable, el valir artísticu discutible, la prestancia y la guapura inexistente. Una horterada que, por suerte, la muria tendía al rodiu la finca caltién tapecía. Na parte sur del palaciu parte’l camín que antiguamente daba acesu al palaciu, sierpeando pendirriba polos terrenos señoriales dende Corau, ensín necesidá de metese pol pueblu. Esti camín, agora emplegáu namás que pol ganáu o dalgún parroquianu, discurre per ente una biesquina d’arbolinos mozos perguapa.


                 El ñacimientu’l camín anunciase na vera izquierda de la carretera que sube a Llabra. Ente la sebe amosase una muria piedra de bon tamañu y un puente en desusu cercaos pola allambrá ellectrificá que impide que escape’l ganáu y que entre’l curiosu. O lo inenta porque al final ún siempre ye atopar un llugar pol que pasar ensin problemes. El camín, ayeri pista de grava triada, güei caleyona alfombra de fueyes, yerbes y mofu, discurre ente muries de piedra bien trazaes, de bon acabáu que les estremen de les que normalmente zarren los praos. A manzorga y mandrecha, sigún les tornes que da’l camín nel so ascender, baxa’l regueru o medra’l monte, somorguiándolo tóo nel canciar continuu de los páxaros n’estes tardes braniegues de sol y orbayu. Cuerren les esguiles ente les rames, esguilando tueru arriba al sentir el cruxir de la grava baxo’l pie del caminante.

 
                Escoltando el camín apaecen bellos exemplares, ainda mozos, de carbayos y castaños, fayes, fresnos y pláganos que xurden airosos ente’l monte baxo y el felechu que trema la tierra. Les piedres a la vera’l camín, les muries, son reinu de feleches, mofu ya’l líquen. Hongos y setes tamién medren aprovechando les maeres podres re rames y árboles cayíos. N’esti mundiu de frescor y humedá el llimiagu faise omnipresente. 


                 A lo llargo’l camín sucédense tamién fasteres de biesca frondosa con tarrenos más abiertos nos que la pradería pon el contrapuntu ensin, por eso, restai un res de belleza al llugar. 

                Dos pontes de piedra y ladriellu crucien penriba’l camín. Quiciabes esti fore’l camín pa la xente del pueblu, quiciaes yera un camín peatonal d’acesu al mesmu palaciu. Nun lo sé. Agora ta inutilizable, cortáu pola mesma carretera xeneral en dalgún de los tramos.


                Nun se tarda muncho en facer el recorríu baxo l’arbolada y deseguida aportase a los praos del palaciu nos que n’estes feches pue vese xente, empleaos de los propietarios supongo, enfotaos na siega los mesmos. Asína pues nun nos queda más que tornar volviendo a gociar del sele pasear debaxo d’una maraviosa biesquina autóctona, ensin los grandes y vieyos exemplares que atopense nes mates y caminos de los montes pero con tol encantu de la vexetación cantábrica y d’unos exemplares que entá verán pasar munchos branos asturianos, cola so xente y les sos hestories.