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sábado, 30 de mayo de 2015

El Espacio Histórico Frente del Nalón




     Las sierras del Pedrosu y Bufarán son dos cordales con orientación N-S que delimitan las concejos de Candamu, por el Oeste, Les Regueres, al Este, extendiéndose desde el pueblo de La Llinar en Illas, por el Norte, hasta las alturas que dominan los pueblos de Cuero y Peñaflor, en Grau, hacia el Sur. Durante la Guerra Civil, estas alturas conformaron uno de los sectores más activos del frente asturiano.

     Tras la apertura del pasillo de Grau que tan precariamente conectaba la capital y bastión rebelde, Oviedo, con el territorio controlado por las fuerzas sublevadas, estos montes se convirtieron en una peligrosa cuña que se adentraba entre las líneas franquistas, constituyendo una amenaza permanente sobre la integridad del corredor y la comunicación y abastecimiento con la ciudad asediada. El valor estratégico de estas alturas propició que fuesen fuertemente fortificadas en el periodo comprendido entre septiembre de 1936 y octubre de 1937 por ambos bandos. Por la parte republicana, muy especialmente a partir de abril de 1937 tras el fracaso de la ofensiva de febrero, se produjo un importante cambio en las consignas que se enviaban a la población y las milicias por parte de las autoridades del Consejo y la prensa controlada por los partidos. De aquel “tomar café en Peñalba” de los primeros días se pasó al “fortificar es la garantía del triunfo”. Por todos los sectores del frente surgieron multitud de fortificaciones de hormigón de todo tipo: galerías blindadas, casamatas de artillería, refugios, nidos de ametralladoras, fortines, etc. Las sierras del Pedrosu y Bufarán no serían ajenas a este afán constructivo y en ellas, conectadas a través de kilómetros de trincheras, se ubicaron un buen número de construcciones que han llegado hasta nuestros días en un muy buen estado de conservación.

Vista desde el blocáo de los Cuetos. Al fondo Ventosa y la antigua carretera a Avilés

     Actualmente las líneas republicanas a lo largo de estos cordales se encuentran señalizadas y acondicionadas para su visita, habiéndose establecido tres rutas distintas que, de Norte a Sur, recorren gran parte de las posiciones. No obstante, pese a esta división en tres rutas, hay que decir que todas enlazan entre si dado que la línea del frente era continua, por lo que con tiempo y ganas se puede recorrer el conjunto entero partiendo de cualquiera de sus extremos. De todos modos, y para que resulte más fácil la identificación de los elementos que descritos a continuación, me ajustaré a los recorridos tal y como han sido planteados.


     Dos de las tres rutas, la que recorre las posiciones de segunda línea entre los altos de La Llinar y Los Cuetos, y la que va del altu La Trapa al altu de La Degollada, comienzan desde un aparcamiento habilitado en lo alto de la Sierra, en la carretera que une Cogollu, en Les Regueres, con La Reigada, en Candamu, mientras que la tercera, la de los altos del Pedrosu y La Escrita, parte desde el Area Recreativa de La Degollada.

     La primera de ellas, al Norte de la sierra, partiendo del aparcamiento anteriormente citado es la única circular, con un recorrido de 3,6 kilómetros. El camino, bien señalizado asciende en dirección NNE por la vertiente de Candamo en un camino que transcurre entre pinares. A unos 500 metros del comienzo, a mano izquierda, en Los Cuetos, se abre la primera de las posiciones fortificadas, un curioso puesto circular excavado en tierra y que en su momento contaría con una cobertura de troncos, sacos terreros y tierra. Estas posiciones circulares que permitían una defensa en todas direcciones se conocían con el término de blocaos, y fueron un elemento defensivo de profusa utilización durante las guerras coloniales en el protectorado de Marruecos. Siguiendo la senda encontraremos nuevas posiciones fortificadas en la zona conocida como Les Fontes, que cubrían la carretera que desde Grullos lleva a Avilés, de gran valor estratégico como principal vía de comunicación de este sector del frente con la comandancia establecida en la villa avilesina. Este segundo núcleo de defensas consta de un gran trincherón que corre paralelo al cordal y en el que se abren refugios excavados en la roca madre cada pocos metros. Estos refugios proporcionaban cobertura a las tropas tanto en el caso de verse sometidos a bombardeos artilleros como a ataques aéreos. Solían tener forma de U para asegurar al menos una salida en caso de que un impacto afortunado bloqueara uno de los accesos. También se localiza en esta zona un único nido de ametralladoras de hormigón, cubriendo con su fuego la citada carretera. En la cima se localiza también un observatorio excavado en la roca. 

Blocao circular de los Cuetos.
 
Tramo del trincherón de Les Fontes con uno de los refugios excavados en la roca
 
Nido de ametralladoras de Les Fontes, con tres troneras y un acabado del encofrado muy cuidado. Se aprecia una canaleta en el centro para la evacuación de agua.

     Tras dejar atrás el conjunto de Les Fontes sale un desvío a la izquierda que lleva al Altu de La Llinar, en el vértice que divide los concejos de Candamu, Les Regueres e Illas. En esta altura se localiza una trinchera de gran tamaño que controla el valle de Cogollu, en Les Regueres. Por otra parte, en este alto se puede observar al menos la presencia de un antiguo túmulo neolítico, algo que no es extraño pues este tipo de estructuras son numerosas en todas estas alturas. Alguna más nos encontraremos más adelantes mientras que otras resultaron casi arrasadas durante la construcción de elementos defensivos por parte de ambos contendientes.

Trincherón de La Llinar
      Después de desandar este tramo del camino volvemos a la ruta circular, tomando dirección SSW, alcanzando la posición del picu Abariegu, en el que a los pies de los molinos de un parque eólico se encuentran varios tramos de trinchera. De estas trincheras parte una perpendicular, estrecha, que termina en un nido de ametralladoras de hormigón con tres troneras. Por debajo de esta fortificación discurre otra trinchera semicircular de gran tamaño. Como en el picu La Llinar, también aquí se pueden encontrar restos de túmulos neolíticos dentro del perímetro del parque eólico.

Nido de ametralladoras del Picu Abariegu
Túmulo neolítico dentro del parque eólico de la sierra del Pedrosu, a la altura del picu Abariegu.

     Descendiendo el cordal en dirección al aparcamiento aún encontraremos otro elemento defensivo más, otra gran trinchera excavada en la roca en el lugar conocido como Pié de la Sierra que se alza sobre el pueblo de Cogollu, y que destaca por conservar tramos con una profundidad considerable.

Trincherón al Pié de la Sierra

     Una vez llegados al aparcamiento se puede iniciar la segunda ruta, un recorrido lineal de 3,9 kilómetros que nos llevará hasta el área recreativa de La Degollada. Personalmente es la ruta que contiene los elementos menos espectaculares, a excepción hecha de la batería que se encuentra en el Altu de los Cañones.

     La primera posición que se encuentra en el camino es la de las trincheras del Altu la Trapa. Estas trincheras llaman la atención por el marcado zig-zag que presentan, una característica típica en las trincheras que limitaba el efecto de los ametrallamientos de los aviones enemigos así como de la onda expansiva y la metralla producidos por la explosión de bombas aéreas o proyectiles de artillería. Poder apreciar bien estas trincheras no siempre es posible debido a que son bastante estrechas y rápidamente quedan cubiertas a poco que la maleza y los helechos crezcan un poco. Desde estas posiciones parte un camino que conduce al picu La Utre, en el que se aprecian dos líneas de trincheras más o menos paralelas pero a distinta altura, junto a otras más pequeñas que las enlazan. Aunque aún está bien definido su trazado, presentan un importante grado de colmatación que no da idea de su profundidad original. 

Trincheras en zig-zag del Altu la Trapa
Trincheras en el picu La Utre

     Tras volver al Altu la Trapa, el camino prosigue en descenso hacia el Altu de los Cañones, donde se encuentra el elemento más llamativo de esta ruta, los restos de las cuatro casamatas artilleras que aquí fueron ubicadas. Son grandes construcciones en comparación con el tamaño de los nidos de ametralladoras de la zona. Las casamatas de artillería son un elemento muy singular y muy característico de las fortificaciones republicanas asturianas. Y es que si bien la construcción de nidos de ametralladoras, galerías blindadas y refugios estaba muy extendida por toda España, en el territorio republicano de Asturies se siguió una política que pretendía proteger todas las piezas de artillería de campaña en búnkers con pesadas losas de hormigón que las hiciesen invulnerables ante la contrabatería enemiga o los ataques de la aviación. Estas baterías, de las que aún existen muchos ejemplos por toda Asturies, especialmente en los frentes estáticos en torno a Oviedo y el pasillo de Gráu, contaban además de con las casamatas para los cañones, con galerías que las intercomunicaban, refugios y polvorines. Las casamatas tenían una cobertera de hormigón forjado con raíles de hierro con un espesor de más de un metro. Precisamente, debido a la carestía de materiales tras finalizar la guerra española, estas casamatas fueron voladas por el Comité de Reconstrucción de Regiones Devastadas con el fin de extraer las valiosísimas vigas de hierro.

Una de las casamatas del Alto de los Cañones

      Las casamatas del Altu de los Cañones, debidamente limpiadas de los escombros tras las voladuras de posguerra, presentan una superficie circular con muros levantados en ladrillo macizo, en los cuales se abren diversos huecos. Uno, el de mayor tamaño y orientado hacia el NW, servía para introducir o sacar la pieza de artillería. Otro, más pequeño, orientado hacia el territorio de Les Regueres controlado por los rebeldes, servía para sacar la boca del cañón y hacer fuego. A los lados, y a nivel del suelo, se abrían otros pequeños huecos que servían de pequeños polvorines en los que se almacenaban las municiones. Estos cuatro casamatas aún conservan un buen estado dentro de lo que cabe por las razones anteriormente citadas, conservando sus muros una buena altura. Estas casamatas ocupaban una posición en segunda línea, pues las alturas al este de la sierra estaban controladas por las milicias, lo cual no le impedía hacer fuego sobre las líneas rebeldes que quedaban dentro de su campo de tiro. Existe otra batería acasamatada en Carballinos, una altura que se extiende al sureste del Pedrosu como una cuña entre las vitales posiciones franquistas del Picu Cimeru y Picu l’Arca.

Uno de los pequeños polvorines con los que contaban las casamatas.

       Tras dejar atrás las casamatas artilleras del Altu de los Cañones, el camino discurre a lo largo de toda la cresta de la sierra, a lo largo de la cual son visibles numerosos tramos de trincheras bastante desdibujados. Hay que tener en cuenta que en su momento existiría una red de trincheras continua a lo largo de ambos cordales, independientemente de que se establecieran atrincheramientos más poderosos en aquellos puntos de mayor interés estratégico. Al llegar al Altu del Horru, uno de los puntos de mayor altitud de la sierra, sobre el pueblo de Cogollu, encontramos unos tramos de trinchera que están más definidos debido a que en gran parte han sido excavados sobre roca y no sobre tierra. Uno de estos tramos asciende hasta la cumbre donde se levanta un hito de piedras superpuestas. Tras este nos encontramos con un pozo de buen tamaño donde muy probablemente se localizaba el puesto director de tiro de la batería anterior. Este pozo, al igual que en el caso del blocao circular de Los Cuetos, o el de los refugios que encontraremos en El Pedrosu o La Escrita, estaría ligeramente realzado sobre el nivel del suelo por sacos terreros y contaría con una cobertura compuesta por troncos, sacos y tierra.

Observatorio del picu El Horru

      Desde el observatorio del Picu del Horru el camino continúa en ascensión hasta el Picu la Cruz, el punto más alto, en cuya vertiente SE se levanta un nuevo atrincheramiento. Este es el último elemento destacable hasta llegar a Campa Cullada, donde se encuentra el Area Recreativa de La Degollada, punto final de la segunda ruta e inicio de la tercera, la última y más espectacular de todas.

      La ruta que recorre el Altu d’El Pedrosu y La Escrita es la de mayor longitud, con casi 6 kilómetros y con los mayores desniveles de las tres. Tiene dos puntos bien diferenciados en los que se concentran el grueso de las fortificaciones. Por un lado está El Pedrosu, que a diferencia de las anteriores ya es una posición de primera línea de fuego, pues se haya bajo fuego directo de las posiciones franquistas del Picu l’Arca y El Cimeru. Por su parte, La Escrita, es una posición muy avanzada incrustada entre las posiciones rebeldes de La Manga, Cotaniello y El Cimeru (este de superior altitud), lo que la hace estar batida desde casi todas las direcciones. El hecho de encontrarse estas posiciones tan próximas al enemigo y al alcance del tiro de fusil implicará una mayor densidad de fortificaciones, y un peor acabado de las mismas, pues tenían que levantarse de noche a toda prisa para sustraerse al fuego enemigo. (La historia del asalto al Cimeru en agosto de 1937 puede consultarse en http://asturtsalia.blogspot.it/2014/10/la-ofensiva-del-1-agosto-en-asturies.html).

La Escrita, posición republicana incrustada entre las franquistas. en el centro la altura de Cotaniello y a la derecha de esta, La Manga. Al fondo se puede ver Grau, centro neurálgico de la defensa del corredor y avituallamiento de la capital asediada.

     Desde la misma área recreativa de La Degollada parte una pista en dirección sur que asciende entre los pinares, primero de forma suave y luego más pronunciadamente. Al llegar a la cima parte una senda a mano izquierda que se adentra en el bosque, abriendo ante nuestros ojos un laberinto de trincheras y parapetos sobre los cuales iremos encontrando las distintas obras allí erigidas, desde los puestos de tiradores, a los nidos de ametralladoras, pasando por abrigos pasivos excavados en la tierra, o puestos blindados probablemente usados como puestos de mando.

Trincheras en la sierra del Pedrosu
  
      El primer elemento significativo es un pozo para un nido de ametralladoras que el fin de la contienda en Asturies impidió construir. En sus proximidades, defendiendo el acceso al mismo, se puede observar un puesto de fusileros. Seguidamente, sin que en ningún momento desaparezca el rastro de las trincheras, llegamos al primero de los nidos de ametralladoras. Se trata, como es habitual, de una construcción circular con dos troneras. En su interior, conservado en muy buen estado, se pueden apreciar distintos huecos para los trípodes de las ametralladoras pesadas, según fuera el modelo disponible, aunque la meseta sobre la que se asentaba ha desaparecido. A pocos metros hacia el sur se encuentra el segundo nido. De similar factura y tamaño destaca por lo bien mimetizado que hoy en día está respecto al paisaje que lo rodea, y es que un pino ha crecido sobre la tierra que lo cubre por lo que parece una peña más de las muchas que pueblan estas alturas. 
 
Primer nido de ametralladoras de la sierra del Pedrosu.

Segundo nido de ametralladoras del a sierra del Pedrosu.
      El siguiente elemento es un abrigo blindado al que se accede a través de una pequeña trinchera de comunicación. Aunque ligeramente retrasado, está muy próximo a la primera línea y bien podría tratarse de un puesto de mando como de un polvorín. Se trata de un pequeño cubículo con paredes y techumbre de hormigón armado, recubierto en su totalidad de tierra, siendo la puerta de acceso lo único que resulta visible desde el exterior.

Entrada al abrigo blindado

      Un poco más al sur, siguiendo el trazado de las trincheras aparece el pozo que debería haber servido de emplazamiento para otro nido de ametralladoras que no llegó a terminarse. Hay que tener en cuenta que un elevado porcentaje de las fortificaciones republicanas se levantaron en los últimos tres meses de guerra en el norte. A continuación de este se encuentra el tercero de los nidos de El Pedrosu, de idéntica hechura a los anteriores. Visto sobre un mapa, situando tanto los tres nidos conclusos como los dos inacabados, se puede apreciar cómo describen un arco a lo largo de todo el sector SE de la cima del cordal, separados a intervalos más o menos iguales, creando un frente sólido que barre con fuego de ametralladora todo el frente ocupado por los nacionales entre las posiciones republicanas de El Piquín y La Escrita.

Tercero de los nidos de ametralladoras acabados en lo alto de la sierra del Pedrosu.

     Continuando, una vez que el camino comienza a descender, encontramos otras posiciones orientadas al sur, entre los que destacan los pozos de tirador, los huecos que ocupaban los abrigos de tipo chabola para las tropas de primera línea (los anteriormente citados cuyo recubrimiento eran troncos, sacos y tierra) así como un solitario nido de ametralladoras. 

Pozo de un refugio de tipo chabola.

Pozo para granadero o tirador.

     La ruta, siguiendo la línea de trincheras, gira hacia el NE mientras desciende suavemente. En este tramo, entre el bosque de pinos que cubre la ladera, se pueden encontrar numerosos pozos de tirador con parapetos de piedra en los que se abren las aspilleras, más refugios excavados en el terreno así como un nido de ametralladoras más, todo ello unido por continuos tramos de trincheras. Estas posiciones batían el Cimeru y enlazaban con las establecidas en Carballinos. Sin embargo, estas últimas no se encuentran, por lo menos de momento, recuperadas y puestas en conjunto con las anteriores, por lo que la ruta vuelve a girar 180º y, a lo largo de la cresta del cordal, en pronunciado descenso, se dirige a la última posición en el alto de La Escrita. Esta zona, que hasta no hace mucho tiempo estaba también cubierta de pinos, ha sido recientemente talada, por lo que ofrece, con la salvedad hecha de las numerosas pistas abiertas en el terreno, una visión más acorde con la que habría en 1937. Antes de llegar a La Escrita, en uno de los extremos de un pequeño crestón rocoso a la derecha del camino, se encuentra una posición excavada en el terreno que correspondía con un observatorio republicano, que en su momento estaría cubierto por rollizos, sacos y tierra y comunicado, por el lado oeste con la red de trincheras que se expande por todo el cordal. Aunque el acceso directo entre el observatorio y las trincheras ha sido destruido tras las últimas talas, todavía se puede intuir el lugar por el que discurría el trazado original. En las líneas de trincheras que se extienden por la ladera oeste, enfrentadas a las posiciones de La Manga, se pueden también apreciar los huecos de numerosos refugios pasivos excavados en la tierra para protegerse del fuego enemigo.

Observatorio avanzado.

      Siguiendo el camino se llega finalmente a La Escrita. Como ya se ha comentado esta posición era de gran valor estratégico, pues se encontraba enclavada entre los puntos fuertes enemigos, constituyendo una grave amenaza sobre el precario corredor que unía Grau y Uviéu precisamente por el punto más comprometido, el del desfiladero de Peñaflor. Esta cercanía al puente de Peñaflor hizo que desde La Escrita fuera el punto de partida de numerosos asaltos contra las posiciones enemigas durante las fallidas ofensivas republicanas por la ruptura del corredor. 
      El primer elemento de fortificación de entidad que encontramos es un nido de ametralladoras, un poco retrasado, que barre la cara oeste del Cimeru. Tiene dos troneras, y afustes para ametralladoras pesadas del tipo Colt y Hotchkiss. En esta posición, tan sometida al fuego enemigo se puede apreciar claramente la diferencia de acabado de este nido, mucho más tosco, con los vistos en lo alto del Pedrosu, en Les Fontes o el Picu Abariegu. 



Primer nido de ametralladoras de La Escrita
 
Interior del nido, con dos troneras y afustes para ametralladoras Colt y Hotchkiss

 
Vista desde una de las troneras del nido.


       En La Escrita las líneas de trincheras, muy bien marcadas, con gran profundidad y parcialmente reconstruidas a su aspecto original con sacos terreros, troncos y parapetos de piedras y tierra, cubren los 360º.  Bastante bien disimulado, situado en el extremo SE de la línea de trincheras, se alza el segundo nido, de características similares al anterior. Está en el tramo recuperado, por lo que el acceso se realiza bajo una techumbre de rollizos (troncos de árboles) que cubre un tramo de trinchera. A continuación, todo a lo largo de la línea, se levantan varios puestos de tirador o granaderos. Siguiendo la trinchera parcialmente excavada en la roca madre, se termina por llegar al único sector amigo, el norte, en el cual se abren los grandes huecos en los que se levantaban los refugios y las chabolas que daban cobijo y cierta protección a la guarnición allí destacada. En estos huecos de las chabolas todavía quedan pequeños muros de mampostería que serían la base sobre la que se sustentarían los troncos, sacos y tierra que cubrían el lugar.


Restos de una de las chabolas que servían de refugio a la guarnición
  
Otra chabola con troncos como los que originalmente se techaría, para cubrirlo después todo con sacos terreros y tierra.

Un tramo de trinchera excavada en la roca madre.

Trincheras en La Escrita, con parapeto de sacos terreros.
Otro tramo de trinchera excavada en la roca con parapeto de sacos terreros.

 
 
Una piqueta supreviviente. Estas eran los soportes que mantenían las alambradas que circundaban todas estas posiciones.
Pozo de tirador en La Escrita


Segundo nido de ametralladoras de La Escrita. nótese la diferencia en el acabado con respecto a los de segunda línea.

Entrada al segundo nido desde la trinchera.

     Llegados aquí, nos quedan dos opciones. O bien deshacer el camino andado y regresar al área recreativa de La Degollada, o tomar una pista asfaltada que enlaza poco antes del observatorio de La Escrita y que nos conduce hasta el mismo Peñaflor.

     Ejemplo pionero de puesta en valor de elementos de la guerra civil en Asturies, el Espacio Histórico del Frente del Nalón es una oportunidad, para el aficionado y el profano, de acercarse a este periodo histórico tan convulso y que tantas pasiones sigue desatando hoy en día. Nos acerca quizás a un lado menos tratado, especialmente en Asturies, como es el de la cotidianeidad en los frentes de lucha, proporcionándonos una valiosa fuente de información que nos ayude a entender mejor cómo se desarrolló esta guerra sobre el terreno. No están ciertamente todos los elementos conservados en la zona, pues la estrecha franja que constituía el pasillo de Grau es uno de los lugares que mayor número de construcciones de la guerra guarda, pero es muy válido como punto de partida por la variedad de tipologías que presenta. En fechas recientes se ha comenzado a hacer algo parecido en las construcciones conservadas al otro lado del Nalón, en el concejo de Grau, lo que resulta un complemento de gran importancia. Con el tiempo sería deseable que esta protección y puesta en valor se extendiera hacia el oriente, por los concejos de Les Regueres y Uviéu, de tal modo que se pudieran recuperar, limpiar y acondicionar las numerosas estructuras que existen en toda esta zona creando un Espacio Histórico común. Parece un objetivo muy lejano, pero al menos los primeros pasos ya están dados.

Parapetos de sacos terreros en La Escrita.


En esta dirección se puede encontrar archivos pdf con los mapas y guías informativas de las rutas, que fueron elaborados por la Asociación para la Recuperación de la Arquitectura Militar de Asturias 1936-1937 y publicados por el ayuntamiento de Candamu.
 http://www.ayto-candamo.es/espacio-historico-frente-del-nalon

sábado, 16 de mayo de 2015

El home marín



     Dende lo altu la islla la arrecha forma del faru desafía’l temporal. Imperturbable, nun cesa nel llabor, unviando a la mar el so rayu de lluz a la gueta dalguna nave perdía. A los pies, nos prietos cantiles, escachen les foles ensín da-i respiru. Ente turbonaes de vientu que tarazen la mar con milenta llínies blanques, llega una fola. Subi p’ente les peñes del pedreru, esguilando cantil arriba llanzando cachones en toles direiciones. Golpea escontra la roca con ruxíu prolongáu. Dempués, retirándose de vuelta a la mar, el crepitar de la efervescencia, de les burbuxes d’aire qu’escapen d’ente los requexos de les peñes, del agua que vacía’l espaciu ente los regodones. El blancu mantu d’agua burbuxeante que dexa la mar que fuxe. Pero nun ye una retirada definitiva. La siguiente fola aporta ocupando’l tarren dexáu pola anterior, y vuelta a empezar.

     Pente les cueves, a los pies de los cantiles entra la mar. Puxa’l aire que sal a presión por un furacu nel techu. El soníu, el salitre qu’esparde perende, la fuerza del bufíu asusta. Naide nun ye a acercase. Pero nun ye namás que la bravura de la galerna la que amedrenta a la xente. Güei ye nuechi de galerna. Güei ye la nuechi del home marín.


     Ye la mar fonte inacabable de mitos y lleendes, munchos de los cuales repitense en cualisquier llugar del planeta. El so desconocimientu, la enorme complicación que supón la navegación en tiempos nos que’l satélite, el radar o les cartes elleutróniques nun pudieren ser más que obres del Diañu, asina comu la indefensión ante les fuercies desataes n’una mar embravecía llevaba a la xente de mar a creyer na esistencia de munchos seres que desplicaren lo que asocedía. Asina, amás de les famoses serenes que encantaben a los marinos colos sos cantos hasta facelos naufragar en baxos y cantiles y los monstruos xigantescos que afundíen les naves, esistía toa una riestra de seres que poblaben los fondos marinos: tritones, xigantes, culiebres...

Serena nel capitel de la ilesia de San Vicente de Serrapio, nel conceyu Ayer.
     N’Asturies ye curiosu que, pesie a ser un territoriu de atávica rellación cola mar, los mitos y lleendes marines tan angüeñu menos espardíes que les terrestres. Mientres que’l Cuélebre, el Nuberu o la Xana son perconocíos, el Pataricu o’l Home marín alpenes atopen sitiu nel recuerdu de la xente. Caltiense vivu, eso sí, en dalgunos llugares concretos de la xeografía. Curiosamente, estos llugares non siempre tan na cercanía de la costa.

     Por toa Europa esisten munchos mitos d’homes pexe, pero nun toos son iguales. Bona parte d’ellos fain referencia a los tritones, seres metá home metá pexe, al xeitu del machu de la serena. Sin embargu, mayoritariamente espardíos pola Europa atlántica, fain referencia a unos seres que, pesie a vivir nel agua, caltienen les dos pates y la forma humana, pero tienen el cuerpu cubiertu d’escames, la testa calva ya’l pelu les barbes enguedeyáu con algues. Además, tien nel so haber un falu de grandes dimensiones. Aunque en d’ambos casos atopámonos con homes pexe, en realidá taríamos ante dos mitos distintos, y non solu pola diferencia anatómica, sinón pola mesma naturaleza del ser.

     El home marín nun ye’l machu de la serena. Más aún, nin siquiera esiste fema pa esti ser, polo que, presa de gran luxuria, tien que adentrase na tierra a la gueta de dalguna muyer a la que violentar y satisfacer asina la so ansia sexual, ensin que estos alcuentros supongan la concepción d’ún vástagu. Nun tienen finalidá reproductora sinón simplemente lasciva. El home marín ye además un ser básicamente malignu, del que tóo lo que se diz ye cosa mala. Por otru lláu, nun siempres tamos ante un ser d’otru mundiu, sinón que munches vegaes desplícase el home marín como la hestoria d’ún home normal que un día adentrose na mar pa nun tornar, adautándose al mediu y sofriendo delles tresformaciones comu la piel escamosa.

El home marín, illustración del etnógrafu Alberto Alvarez Peña

     Esta última axústase al que de xuru ye’l casu más conocíu d’home marín nel Cantábricu, el del home pexe de Liérganes, en Cantabria. La hestoria recoyola el Padre Feijóo na so obra “Teatru críticu universal” y ye curioso, que siendo esti gran eruditu tan críticu col irracionalismu, la mitoloxía y la superstición, diera-i verosimilitú a esta hestoria ensín ponela en cuestión apurriendo amás una bayura de datos y detalles increíble. Resumiendo, la hestoria del home pexe de Liérganes ye la que vien darréu:

     En Liérganes, pueblu cántabru a la vera´l ríu Miera, vivía a metanes del sieglu XVII (la obra de Feijóo foi escrita ente 1726 y 1740) un matrimoniu formáu por Francisco de la Vega y María de Casar con cuatro fíos. Tras morrer el maríu la muyer unvió al segundu de los fíos a Bilbao a deprender el oficiu de carpinteru. Tando ellí el rapaz, llamáu Francisco de la Vega y Casar, na viespora de la nuechi San Xuan de 1674, foise nadar con unos collacios al ríu. Dempués de desnudase el mozu metiose nel agua y púnxose a nadar ríu abaxu hasta desapaecer. Como paez ser que yera bon nadador los collacios nun se preocuparen d’elli hasta pasaes delles hores. Como nun tornara pensaren que se hubiere afogao.

     Cincu años dempués, en 1679, unos pescadores gaditanos alvirtieren un estrañu con aire humanu que nadaba nes cercaníes, pero al dir a acercase desapaecía ente les foles. Esta misteriosa conducta repitiose durantre varios díis deseguíos hasta que, a la fin, foron a apresalu tres de echai pedazos de pan a mou de cebu y cercalu coles redes. Al subilu, vieron con sospresa que yera un mozu roxu, fuerte, cola piel pálida ya una riestra escames que-i cubría’l espinazu y otra que dende’l pescuezu baxaba-i hasta’l estómagu. Los pescaores llevaren al mozu hasta’l conventu de San Francisco au lo esconxuraren e intentaren saca-i dalguna información ensín más ésitu que la pallabra “Lierganes”. Enteraos por un montañes afincáu en Cadiz que ellí esistía un pueblu con esi nome y que cincu años antes hobiere desapaecío na mar un mozu llamáu Francisco de la Vega decidieron retornalu pa eses tierres por si daquién lu conociera.

     El casu ye que al llegar al pueblu dirixose dafechu a la casa au vivía María del Casar con dos fíos que reconocieren n’elli al so hermanu Francisco. Durantre 9 años Francisco vivió en Liérganes ensín falar más que unes poques pallabres pa pidir comida, vinu o tabacu. Nun se vistía o calzaba sinón-i lo mandaben y non mostraba interés por ná. Finalmente, un bon día volvió a desapaecer adentrándose na mar sin que volviere a sabese d’elli.

Escultura que representa a Francisco de la Vega y Casar, el home pexe de Liérganes

     La hestoria del home pexe de Liérganes comu ya se dixere difier del mitu asturianu. Al home silente, inofensivu del relatu de Feijóo contraponse-i el del ser malignu de les costes asturianes que france los apareyos de los pescadores, escuerre a les muyeres pa satisfacer les sos baxes pasiones y gusta de comer la carne de los neños. Muévese cola mesma facilidá por mar y por tierra y tamién da-i por prender fueu a payares y colleches.

     El recuerdu del home marín entá se caltién en llugares del centru oriente d’Asturies como Colunga o Llastres, si bien lo ciertu ye que ye na fastera occidental, en Tapia, en Puertu de Veiga o El Franco au lo fai con mayor punxu. En Tapia, diz la tradición que hebía un pozu nel llugar que angüañu se alcuentra la Plaza del Maestru Baldomero Pérez Martínez. Esi llugar yera conocíu comu la Plaza das Covas, y se dicía que comunicaba coles cueves de la playa de Ribeiría o de las Furadas, ente les cuales taba la Cova sin fin, na que vivía, o buscaba refuxu el home marín nes nueches de galerna. Los guajes, a móu de xuegu pa demostrar la valentía, averábense a la cueva canciando una coplina:
 
Home marín,
home marín,
sale da cova
y cómeme a min.

     Ente los relatos recoyíos polos estudiosos del folclore local, llama la atención el recoyíu por Jesús Evaristo Casariego, nel que refier que nos díis de turmenta, un home del mare de L.luarca subía al conceyu Tineo col sátiru enfotu d’atacar a les moces. Asina, en 1799 diose el casu de que apaeciera una muyer esfondada, gravemente fería, a resultas de lo cualo terminara morriendo. Nun se atopare culpable dengún polo que al final achacose a un asaltu del home marín. Amestando sucesos reales, el desconocimientu ciertu de los fechos asocedíos y la tradición local terminamos por tener un mitu vivu.

La costa astur, escarpiada y llena de cueves y furados, yera un llugar ideal pa que se abellugaren los homes marinos durantre les nueches de galerna

     Del vecín conceyu de El Franco, recoyío na obra “El Franco y su concejo” de Marcelino Fernández y Fernández, vien otra hestoria del home marín. Les moces del llugar tinían que dir a por agua a una fonte cerquina d’una playa. Un home marín siguiales, xixilando y quedándose al acechu. Si dalguna quedaba sola esti ser apresábala pa abusar d’ella. Delles vegaes lo fixera, polo que los vecinos fixeron por dai caza. Llograronlo tres dellos intentos, conduciendo al home marín a prisión, onde terminara morriendo de pena al vese priváu de llibertá y tar llueñe de la mar. 

     Quiciaes nos sirva esti últimu relatu pa establecer una comparanza cola salú del mitu angüañu. Alloñao de la mar el home marín termina languideciendo na so celda hasta morrer, asina como languidez el so recuerdu ente la memoria coleutiva del pueblu asturianu, principalmente d’aquel que mora a orielles de la mar.