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lunes, 21 de abril de 2014

Informe de operaciones del batallón Asturias 213 en el frente vasco



     Cuando uno rebusca entre los archivos a la búsqueda de cierta información entre miles y miles de documentos de toda índole, es inevitable encontrarse con agradable frecuencia, con informes, textos, cartas, actas, etc que resultan muy interesantes y entretenidos de leer para acercarse un poco más a lo sucedido hace más de 75 años. En este caso se trata de un informe remitido desde el batallón asturiano 213, también conocido como CNT nº7, Marcelo o Juventudes Libertarias, al secretariado confederal en Gijón, narrando las vicisitudes que le acontecieron desde su llegada a Amorebieta hasta pasados los combates de Peña Lemona, en plena ofensiva franquista por la toma de Bilbao.

     Este batallón de milicianos anarquistas asturianos fue destacado en 1937 al frente vasco, incluído dentro de la 3ª Brigada Expedicionaria Asturiana, y estaba al mando del Mayor de Milicias José García Escalón. Durante el año en que se mantuvo activo el frente vasco fueron muy numerosas las tropas de milicianos asturianos que combatieron allí, dejando muchas laderas sembradas de cadáveres durante los sangrientos combates que llevaron a la toma de Bilbao.
 
Placa conmemorativa situada en Larrabetzu en honor y memoria de los muchos asturianos caídos en la defensa de este lugar

     En él se hacen pequeños aprtes de operaciones bastante escuetos, con la sintaxis tan propia de este tipo de comunicaciones. Sin embargo se pueden observar ciertos detalles relevantes. Por un lado la continua presencia de la aviación nacional en el frente de batalla, pues es un hecho contrastado la clamorosa inferioridad numérica de la aviación republicana respecto a la rebelde en este teatro de operaciones. Por otro lado nos encontramos con algo que se sucederá en todas las ofensivas que llevarán a la caída del Frente Norte. La continua retirada o “repliegues ordenados siguiendo instrucciones del Alto Mando”, que queda mejor. En un frente de alturas como era el del norte, en muchas ocasiones las posiciones caían no necesariamente por asaltos directos, si no por la caída de alguna posición en los flancos que amenazaba con copar a los milicianos. Este continuo salto de cima en cima, abandonando las posiciones fortificadas para ocupar otras sin ninguna defensa seria, será tónica general en las ofensivas del norte, y muy especialmente en Asturias.

     Como en ocasiones anteriores, me he limitado a realizar una transcripción integral del texto sin modificar nada de su redacción, sintaxis o vocabulario.

Milicianos asturianos en Euskadi

INFORME DEL BATALLON ASTURIAS NUMERO 13 PARA EL SECRETARIADO DE LA C.N.T.

     El día 29 de Abril llegó el Batallón a  Amorebieta (Bilbao) a las cinco horas del día, se instala la Comandancia y las Cocinas en el mismo pueblo, se descansa hasta el oscurecer que se dá la orden de subir al monte para prepararse a inspeccionar el terreno, y a las cuatro horas del día 30 se da la orden de atacar sobre el objetivo que es la loma “GORCEO” cuando a los pocos momentos queda en nuestro poder la loma destinada como objetivo por el alto mando. Una vez en la cima de la loma y puesta nuestra bandera nos vimos obligados a replegar después de haber aguantado otro contrataque enemigo pero, ante el segundo contrataque violento y la deficiencia de los refuerzos recibidos y el estado de la posición conquistada y la desgraciada lucha en la que se perdieron varios mandos, tales como Capitanes, Tenientes, Sargentos y Cabos nos replegamos con algún defecto ante la carencia de mandos de varias compañías.

    También les arrebatamos DOS fusiles ametralladores de marca francesa uno, y español otro haciéndoles TRES prisioneros, pasando DOS más a nuestro lado donde se les acogió con toda clase de atenciones siendo presentados rápidamente al  alto mando del Ejército de Euzcadi.

1-5-37.- Hecho el repliegue de la operación de la loma del “GORCEO” el mando ordena resistirse en la loma anterior a la que se operó, orden que se cumplió hasta que el mando vio oportuno replegar, por el enemigo filtrarse por uno de los laterales nuestros,  o sea por la próxima posición la cual la defendía un Batallón Vasco que abandonó decidiendo ante esto nuestros mandos replegar hasta donde estamos actualmente de posición, en “GOROCICA”.

2-5-37.- Los mandos ante la carencia de fortificaciones ordena rápidamente a la Sección de Zapadores de nuestro Batallón como han de seguir las fortificaciones en nuestras posiciones de “GOROCICA” dedicándose todas nuestras fuerzas a hacer trincheras y alambradas. No habiendo durante el día más que un paqueo bastante intenso de parte y parte habiéndonos visitado las posiciones varias veces la aviación enemiga ametrallándonos sin consecuencia.

3-4-5-6-7-8- 5-37.- Siguen con gran actividad todas nuestras fuerzas dedicándose a vigilar y a trabajos de fortificación habiendo bastante paqueo de fusil, ametralladoras y cañón, visitándonos la aviación enemiga varias veces que no  cesaron un momento de ametrallarnos no teniendo nada que lamentar.

9-5-37.- Una actividad grande de nuestra artillería y del enemigo disparando estos sobre nuestras posiciones un sin fin de cañonazos haciéndonos grandes desperfectos en nuestros parapetos y alambradas ocasionándonos CUATRO bajas aunque no de importancia, habiendo estado continuamente la aviación enemiga ametrallando sin consecuencia.

10-5-37.- Se sigue en las posiciones fortificando con gran actividad y reparando los desperfectos ocasionados por la artillería enemiga teniendo varias horas sobre nuestras posiciones la aviación enemiga que ametralló continuamente no ocurriendo nada digno de lamentar por nuestra parte.

11-5-37.- Las posiciones que ocupábamos en “GOROCICA” tuvimos que replegar de ellas debido a que el Batallón que teníamos que enlazar nosotros con él, replegó quedando nosotros situados en tal forma ante el enemigo que nuestros mandos octaron (sic) por replegar teniendo que lamentar CUATRO muertos y algunos desaparecidos.

12.5-37.- Debido al repliegue del día anterior nos situamos en “ZABALABEICOA” posición sin fortificar ni lo más mínimo por lo cual nuestra sección de Zapadores está constantemente fortificando.

13-5-37.- Nuestras fuerzas de posición en “ZABALABEICOA” han sido cañoneadas intensamente en las cotas 282 y 288 no ocasionando ninguna víctima ni habiendo nada más digno de mencionar.

14-5-37.- Seguimos en la cota 288 de la loma “ZABALABEICOA” siendo continuamente cañoneadas nuestras posiciones haciendo acto de presencia la aviación enemiga seguramente en plan de observación no ocurriendo nada más digno de mención.

15-5-37.- Siguen los trabajos de fortificación por nuestra sección de Zapadores en la cota 288 de la loma “ZABALABEICOA” siendo hostilizados continuamente.

16-5-37.- Seguimos en “ZABALABEICOA” haciendo resistencia a pesar de sufrir bombardeo de artillería y aviación.

17-5-37.- Hemos sido duramente bombardeados y ametrallados por la artillería y aviación todo el día, no cesando un instante habiéndonos ocasionado algunas bajas no obstante se les hizo gran resistencia hasta las dos de la tarde hora en que los mandos ordenaron que se fuera replegando ordenadamente hasta el pu(n)to que estaba señalado para resistir y seguimos en dicho punto esperando que el mando ordene avanzar o retroceder.

18-19-5-37.- Ordenado por el mando fuimos situados en OLLERI CASO en la loma 100 hasta la cota 150 dando los mandos las órdenes oportunas para colocar el personal de la forma más conveniente para poder observar cualquier movimiento del enemigo no transcurriendo ninguna novedad durante estos días.

20-21-22-5-37.- Seguimos en nuestras posiciones a pesar del carecimiento de fortificación y las constantes visitas a nuestras posiciones de la aviación enemiga.
 
Milicianos asturianos abriendo fuego de ametralladora
23-24-5-37.- Durante estas cuarenta y ocho horas no ocurrió novedad alguna.

25-5-37.- Transcurrió el día sin ocurrir nada digno de mención por ser de absoluta calma en todo el sector que ocupa nuestro batallón. Habiendo sido visitados por la aviación enemiga que no hizo más que observar.

26-27-5-37.- Siguen nuestras fuerzas situadas en las mismas lomas no habiendo ocurrido más que la presencia de un avión enemigo que ametralló no teniendo que lamentar nada por nuestra parte, no habiendo ocurrido más, digno de mención.

FUERZAS PRESENTES EN EL DIA DE HOY 27 DE MAYO DE 1937
Capitanes                                              2
Tenientes                                            12
Brigadas                                                9
Sargentos                                              7
Cabos                                                   28
Milicianos                                          231 
                          Total................      289 en compañías.
Personal con armamento                187
el resto mandos y enlaces, y
Plana Mayor 36, que con el personal de compañías
hacen un total de 325.

28-5-37.- No ocurrió novedad alguna.

29-5-37.- Seguimos en las cotas 100 hasta 150 de Olleri Caso a pesar del intenso cañoneo de la artillería y fuerte bombardeo de la aviación enemiga, no teniendo que lamentar nada por nuestra parte.

Día 30-5-37.- De madrugada por órdenes superiores se replegó a una loma más atrás haciendo dicho repliegue en perfectísimo orden no habiendo nada más que consignar por nuestra parte.

31-5-37.- Seguimos en la posición llamada de la Cruz y recibiendo orden de ir a enlazar a la cota 50 con el batallón 216 nos encontramos que por el ala derecha el enemigo nos hostilizó por hallarnos internados en campo enemigo no obstante se hicieron varias descubiertas para ver si enlazábamos con dicho batallón no pudiendo conseguirlo.

                En nuestras descubiertas lo que pudimos apreciar, ha sido que el enemigo avanzaba no precisando la clase de vehículos pues solo se veían en la obscuridad de la noche las luces de los faros que portaban haciéndoles varias descargas de fusilería y fusil ametrallador impidiéndoles continuar avanzando.

                Hacia las seis y media de la mañana ordenó el Comandante de la Unidad replegar hasta la posición que ahora ocupamos, no teniendo más por hoy que mencionar.

Día 1-6-37.- Seguimos en las mismas posiciones que el mando ordenó sin novedad ninguna.

Día 2-6-37.-Situados donde el día anterior, sin novedad.

Día 3-6-37.- Se observó intenso fuego de fusilería y bombas de mano durante la noche hacia la peña Lemona.

Día 4-6-37.- Sólo hubo la novedad de la ayuda que les hicimos a los que operan en la Peña Lemona, que al retirar el enemigo abrimos fuego sobre el mismo haciéndole numerosas bajas vistas, a consecuencia del intenso fuego que nuestra fuerza les hizo.

Día 5-6-37.- Tranquilidad absoluta.

Día 6-6-37.- Durante el ataque a Peña Lemona hemos abierto intenso fuego sobre el enemigo, no precisando las bajas que les hicimos.

 
Trinchera en Peña Lemona tras la caída de la posición

Día 7-6-37.- Transcurre el día sin que hubiera nada anormal.

Día 8-6-37.- Durante el día no ocurrió novedad alguna. No habiéndose visto la aviación, a causa del mal tiempo reinante, siguiéndose con gran actividad los trabajos de refugios contra la aviación.

Día 9-6-37.- Sigue la calma debido al mal tiempo.

LAS FUERZAS DEL BATALLON SE ENCUENTRAN EN LA ACTUALIDADEN LA FORMA SIGUIENTE
Capitanes  heridos             2        y en activo    2
Tenientes  heridos             2        y en activo   12 incluyendo Informador Habilitado, Armero y Médico
Sargentos                                       en activo     7
Cabos                                            en activo     28
Cabos heridos                  12
Milicianos                       269 en posición
de los cuales hay 170 con armas.

El batallón 213 también fue conocido como Juventudes Libertarias por ser esta organización la que aportó la movilización y  los voluntarios que formaron esta unidad

sábado, 5 de abril de 2014

La costa a sotavento



     Hace ya unos 15 años que escribí este pequeño relato. Por aquel entonces estudiaba náutica en la Escuela Superior de la Marina Civil de Xixón. Con motivo de la festividad de San Telmo, patrón de la escuela, entre otras muchas actividades se organizaba un concurso de relatos de temática marinera sin mayores pretensiones. Lo cierto es que en varias convocatorias presente textos míos y, en líneas generales, los resultados siempre fueron muy buenos. Gané todas las veces que me presenté. Lamentablemente, muchos de aquellos escritos se han perdido para mi. Pero, de entre los que aún conservo, está este, La costa a sotavento, el primero de todos. Muchos años han pasado desde entonces, desde que lo había leído por última vez y, la verdad, para ser un profano, no me quedó del todo mal. Espero que os guste y tengáis a bien dejar vuestros comentarios si os place. La costa a sotavento:

 

     El día es espléndido. El cielo está casi totalmente despejado, con pequeñas nubes blancas que se mueven velozmente con la fuerte brisa del noroeste. Me apoyo sobre la amura de babor y me quedo absorto contemplando la belleza extrema de la vista. Continuos trenes de olas blancas rompen contra las paredes negruzcas de los acantilados, levantando de forma permanente una enorme y tenue nube de agua salada en suspensión que atenúa apreciablemente la agresividad de una costa lítica, rodeada de mordientes bajíos y amenazadores bancos de arena. Es curioso, pero pese a navegar relativamente próximos a la costa, apenas a media milla, no consigo escuchar el bramar de las olas al romper. Supongo que será por que el viento se lleva el sonido tierra adentro. Las gaviotas sobrevuelan la costa lanzando al aire sus estridentes graznidos (curiosamente estos si que los puedo escuchar perfectamente), y de vez en cuando alguna se tira al mar a recoger alguna presa incauta. En la costa, sobre los acantilados apenas consigo discernir más que la familiar silueta del faro. No se ven casas, tierras de labor o rebaños de ganado, nada más que haga patente la presencia humana en este rincón del planeta. Dicen los marinos que esta es una buena zona. El viento sopla casi siempre del noroeste, lo que nos permite bordear el cabo con la costa a barlovento. Es una zona de navegación bastante segura.

      Me olvido de la costa y vuelvo al barco. El Sanja Isabel es un pequeño bergantín, rápido y muy maniobrable según cuentan todos a bordo. Resulta impresionante observar desde aquí abajo, sobre la pulida cubierta de teca, el enorme mundo que se sustenta sobre los palos, el mayor y el trinquete. Todo tipo de cabos se cruzan delante de la mirada uniendo cada rincón de la arboladura en una impenetrable maraña que sólo marinos veteranos saben descifrar. Enormes palos transversales sustentan las impresionantes velas, otrora de lona blanca y hoy de un tono grisáceo testigo de incontables singladuras. De tanto en tanto, precedido por el agudo sonido del silbato del contramaestre y de las profundas voces de los oficiales, una disciplinada tripulación de fornidos hombres de piel tostada por el sol, el viento y la salitre se distribuyen por toda la cubierta y la propia arboladura en medio de una anarquía fantástica que conduce finalmente a todos a su puesto, pasados apenas unos segundos. Raudos, unos suben por los flechastes hasta alcanzar las vergas, mientras otros sobre la cubierta maniobran los cabos para bracearlas. En pocos segundos se alcanza la orientación óptima de las velas, momento que emplean los marineros para largar algunas velas y aferrar otras. Entonces, la presión que el viento ejerce sobre la superficie de las velas impulsa al navío con renovados bríos, entre el crujir de cabos y palos. La roda corta las aguas levantando sendos bucles a ambos lados, desparramándose un reguero de espuma blanquecina que recorre toda la eslora del barco dejando atrás señal esporádica de nuestro paso.



            El cabo, majestuosamente erguido sobre las aguas, va abriéndose por la banda de babor a medida que lo doblamos, rumbo a nuestro destino. Giro en torno a mi, echo una última mirada a todo lo que me rodea, un universo de madera y lona que me apasiona aunque aún no comprendo totalmente. Embriagado por el viento y el graznido de las gaviotas, bajo por una escala hasta la negrura del interior del bergantín. Me vuelvo a mi camarote a descansar un poco.

            - ¿Algo más?

            - No, aquí se acaba siempre. Me adentro en el interior del barco, donde todo está oscuro y no veo nada. Entonces me despierto.

            - Y, ¿Siempre es igual? ¿No presenta variación alguna?

            - Sí, bueno. De vez en cuando no estoy sólo, si no que me acompaña una dama que permanece silenciosa todo el tiempo. Ciertamente no le presto mayor atención, pero si que recuerdo que su rostro, por lo demás bastante hermoso, está triste y desesperanzado, aunque ello no me intranquilice en ningún momento. Ni siquiera le pregunto que le pasa. Simplemente me acompaña cogidos del brazo.

            - ¿La conoce?

            - No, de nada.

            - Usted navegó, fue marino, ¿No es cierto?

            - Si

            - ¿Por cuanto tiempo?

            - Fui marino durante veintisiete años, ocho en la Armada y diecinueve como marino mercante.

            - ¿Cuándo lo dejó?

            - Me retiré hace unos cinco años.

            - Cinco años, humm, y dice que el sueño se viene repitiendo desde hace poco más de año y medio ¿No?

            - ¡Ajá!

            - Bien, vale. Tendré que hacerle aún alguna que otra prueba pero creo que se de qué se trata. No, tranquilo, no es nada especialmente grave. Sencillamente sufre usted de un caso clásico de ansiedad. Su vida diaria transcurre casi enteramente en el pequeño pueblo en el que vive, lo que le produce una sensación de agobio y stress que origina un estado depresivo superficial que se manifiesta principalmente a través de un sueño repetitivo, invariante, en el que sale a la luz una faceta anterior de su vida sin duda alguna mucho más satisfactoria para usted. La presencia eventual de una dama triste con usted, a la que no presta atención, es claro síntoma de autoculpación por su estado de soledad presente. En tanto determine con entera exactitud el alcance de su problema tomará este antidepresivo en la dosis que aquí le indico, dos veces al día, cada doce horas. Tome. No beba ni fume, es mejor. Que tenga un buen día.

            - Gracias doctor. Igualmente.

*              *              *

            El romper de las olas contra las rocas me despierta. Por primera vez veo mi camarote. Es pequeño y muy oscuro, totalmente despojado de lujo alguno. Solamente el catre y una mesa abatible, y, colgando de un bao, un fanal encendido que proyecta su escasa luz a través de sus mugrientos cristales por toda la estancia, creando un fantasmagórico contraste de luces y sombras. Me levanto del catre intranquilo y me visto rápidamente. La cubierta se mueve locamente en todas direcciones. Al salir por la puerta me topo cara a cara con ella. Esta perfectamente vestida con su traje de siempre. Sin decir nada la agarro de la mano y subimos a cubierta a ver que diablos ocurre.

            Al asomar a través de la escotilla nos vemos sorprendidos por un intenso resplandor que nos ciega por unos instantes. Recuperada la visión salimos a la cubierta. El espectáculo que se muestra ante nuestros ojos es dantesco. Navegamos por la  misma costa, pero el día no es tan apacible. Negros nubarrones cubren todo el cielo ocultando la luz del sol totalmente, sin embargo, continuos rayos iluminan el Sanja Isabel y sus aguas contiguas creando una atmósfera de verde fosforescencia. No se puede afirmar si es de día o de noche.  Fortísimas ráfagas de viento barren la cubierta haciendo chillar la jarcia en una tonalidad de agudos que destroza los tímpanos, pero esta vez el viento no sopla del noroeste, si no del sudeste, de modo que la costa queda a sotavento.  Nos acercamos trabajosamente hacia la base del mayor para encontrar un buen sitio el que aferrarse. Enormes olas, negras como boca de lobo, golpean al Sanja Isabel desde todos los ángulos, sobrepasando los costados y sumergiendo momentaneamente parte de la cubierta. A duras penas el bergantín consigue progresar entre la mar furibunda, escalando montañas de agua para caer de inmediato en un pozo con paredes saladas. Durante el instante en el que se encuentra inmerso en el seno de las olas parece que el barco va a hundirse, pero en seguida se recupera y se adriza, las velas encuentran el viento y se hinchan, encaramándose el buque en la cresta de un ola para hundirse en otro seno segundos más tarde. El movimiento del buque es infernal, caótico. El capitán permanece firme sobre el alcázar, dando ordenes que ejecuta de inmediato la tripulación. El bergantín y su tripulación lucha denodadamente para mantenerlo alejado de la costa y los rompientes, en una dura batalla contra el tiempo y los elementos. Un marinero se para unos momentos frente a nosotros pero sin llegar a mirarnos. Toda su atención está fijada en el tope de los palos y las vergas. Un rayo cae cercano e ilumina completamente la cubierta, permitiendonos observar la cara de horror del marino. Seguimos con nuestros ojos la mirada de aquel hombre y discernimos entre la negrura las fantásticas fosforescencias amarillo azuladas de los fuegos de San Telmo. El marinero se persigna repetidas veces y desaparece entre la oscuridad mascullando palabras ininteligibles. De repente un chasquido seco acalla momentáneamente el estruendo de olas y truenos, desviando nuestra atención de los fuegos de San Telmo. La gavia del mayor gime profundamente un segundo antes de que una enorme abertura aparezca por su parte central. En apenas un momento la vela queda partida en dos trozos que flamean salvajemente al viento.





            Gritos y órdenes se suceden a bordo. Los gavieros del mayor suben por los flechastes hasta la verga. Tienen que cambiar la destrozada vela por otra nueva que ya traen de camino desde el pañol de velas. Por un momento el bergantín se queda sin buena parte de sus medios de defensa contra el temporal, basculándose todo el esfuerzo sobre el trinquete que aúlla y cruje bajo el empuje del noroeste. Los gavieros ya han despojado a la verga de los restos de la gavia. Abajo, varios de los hombres más fornidos manejan los cabos para bajar la verga mayor sobre la cubierta y poner la nueva vela.

            El viento arrecia, volviéndose más y más fuerte. El Sanja Isabel pega fuertes bandazos, aproximándose un poco más a la costa, de la que, a la luz intermitente de los relámpagos, se distinguen las sombras de los acantilados, que rugen fieramente al ser golpeados por las gigantescas olas. El faro, sobre el cabo, duerme ajeno a lo que le ocurre al Sanja Isabel.


            Aún trabajan los hombres en la sustitución de la mayor cuando el bergantín se sumerge de nuevo en un seno. Las velas, sin viento, gualdrapean, y los obenques y estayes, debidamente reforzados, descansan y se recuperan para un nuevo esfuerzo. Las olas adrizan al bergantín que inmediatamente se encarama sobre la cresta de otra ola. El viento golpea secamente las flácidas velas y la jarcia vuelve a gemir lastimosamente. Los hombres comienzan a tirar de los cabos para subir la pesada verga. Casi ha alcanzado la mitad de la altura cuando un chasquido seco se produce a sus espaldas, seguido de varios gritos humanos de dolor y el estampido de la verga al caer sobre la cubierta. El contraestay del trinquete, quebrado por la tensión, salió disparado hacia atrás interceptando en su camino a varios de los marinos que izaban la mayor. El latigazo mutiló horriblemente a algunos de los marineros, dejándolos muertos o gravemente heridos sobre cubierta. Perdido el equilibrio de fuerzas necesario para mantener izada la verga esta se abatió sobre cubierta, aplastando a varios hombres más y destrozando los botes. Una cadena de chasquidos comenzó a recorrer la jarcia a medida que numerosos cabos fallaban, en una cadena imparable. Pronto las velas del trinquete perdieron su orientación respecto al viento, lo que dejó totalmente al Sanja Isabel al garete, merced de lo que las olas quisieran hacer con él. Los oficiales, gritando, jurando y amenazando intentaron poner orden en aquel caos de marineros muertos y heridos, hombres asustados y aparejo destrozado, pero poco pudieron hacer. De repente, los tripulantes supervivientes, la modélica tripulación que siempre conocí se transformó en una horda de salvajes orates. Desoyendo todo tipo de instrucciones, abandonando la lucha contra los elementos, optaron por condenarse a una muerte segura. En seguida muchos de los marinos se internaron en el interior de la cubierta, donde se escucharon varios disparos y el rugido de alegría de aquellos al forzar el pañol en el que se almacenaban las bebidas alcohólicas.  Mientras tanto, el capitán, solo en el alcázar, sollozaba consciente de haber sido derrotado.

            La tormenta arreciaba. El Sanja Isabel, al garete, se aproximaba raudamente a la costa. Entre las tinieblas, aún cuando un rayo no iluminase la escena, ya se podían apreciar las suaves fosforescencias de las olas al romper sobre los bajíos. Yo, abrazado con la desconocida mujer esperaba tranquilo el fin cuando una risotada enfermiza hizo girarme. Detrás de nosotros, tres marineros, borrachos, contemplaban lujuriosos a mi acompañante. Les quedaba poco de vida y bien que querían aprovecharlo. Instintivamente resguardé a la mujer detrás mío y retrocedí varios pasos, tratando de mantenernos alejados de los marineros, que entre risas imbéciles cerraban distancias, seguros de que no existía escapatoria posible. Un crujido seco se produjo a mis espaldas seguido de los latigazos producidos por el fallar de muchos cabos. A la luz de un relámpago vislumbré que las caras de los marineros eran otras; volví la cabeza justo a tiempo para ver como el trinquete, partido unos tres pies sobre la línea de cubierta, colgando únicamente de algunos elementos de la jarcia, se inclinaba peligrosamente a proa y popa, a cada movimiento del barco hasta que definitivamente se abatió sobre mi.

            Aturdido, intento incorporarme, pero no puedo. Me encuentro aprisionado bajo una verga del trinquete que yace muerto sobre cubierta. Siento una opresión creciente en el pecho.  La verga me está aplastando. El brazo izquierdo, muy dolorido lo tengo inmovilizado bajo el cuerpo de la joven mujer que yace a mi lado, inmóvil, aplastada también por el palo, con el rostro triste y desesperanzado, lívido, con un reguerillo de sangre que se desliza por entre la comisura de los labios, la nariz y los oídos. Con mi brazo derecho trato de liberarme pero no puedo. Continúo bregando, empapado de agua, hasta que una fuerte vibración recorre toda la estructura del bergantín y lo que en él se encuentra, seguido del impetuoso estruendo provocado por el choque del casco contra un bajío. El palo mayor, aún en pie sale disparado por la borda mientras un trozo del bauprés cae verticalmente sobre la cubierta perforándola totalmente. El Sanja Isabel se detiene un momento, se adriza con una última ola y comienza a escorar a babor sumergiéndose definitivamente en frías aguas de temible negrura.....



            Me incorporo en la cama con todo el cuerpo empapado de un sudor frío. El ruido de los truenos se cuela acompañado del viento por la ventana abierta. La luz de los rayos ilumina el interior de la habitación transformando la oscuridad en un juego de luces y sombras. El psicólogo dijo que es el stress, la ansiedad; una puta depresión. Sin embargo, me siento mal, tengo frío y una creciente sensación de opresión en el pecho. El brazo izquierdo me duele y apenas puedo moverlo. Me siento mal, muy mal. Intento levantarme pero no puedo, el corazón me falla y caigo sobre el suelo, sumergiéndome en una angustiosa oscuridad.....