Van pasando los últimos días de
la primavera. El solsticio se acerca pero el verano no quiere venir. El cielo
sigue nublado, como viene estando los últimos días. Muchas de las cimas, alguno
de los valles, permanecen inmersos en un océano de neblina gris, tenue y
traslúcida, embriagando el aire del olor de la vegetación mojada. No es el
mejor día para subir a la Peña de Candamu, pero el azar me trajo aquí y contra
fuerzas invisibles de locos es luchar.
Dejo
el coche en el aparcamiento, vacío, y me acerco a la entrada de la cueva, esa
maravilla artística del paleolítico, asturiano y mundial. Esta cerrada. Hoy es
lunes y el lugar descansa de visitantes y vehículos. Es el día en el que la
exuberante naturaleza que la rodea recupera su hegemonía.
A
la izquierda del camino, entre sebe y árboles, sube un pequeño sendero, apenas
insinuado, lleno de barro, y con gran pendiente. Cuesta subir. Los pies patinan
y es necesario ascender a pulso, agarrándose a la vegetación. La peña se yergue
vertical sobre el valle. Un peñón rocoso, calcáreo, que domina este tramo del
curso del Nalón, vigilando el continuo fluir de las aguas de un río que hace
tiempo abandonó la geografía para convertirse en la vena que alimenta el mito
de los asturianos.
Finalizada
la ascensión, corta en tiempo y distancia, fuerte en desnivel, llegamos a las
primeras obras de la fortificación, un trinchera excavada en la roca siguiendo
la dirección del estrato y una pequeña gruta, quizás un refugio antiaéreo o,
más probablemente un polvorín.
La fortificación de la Peña de Candamu es una de las más llamativas e impresionantes que se pueden ver en Asturies, tanto por la magnitud de los trabajos como por el enclave escogido. Punto dominante de la cuenca del bajo Nalón, con paredes verticales en algunos sitios, reúne las características propias de los emplazamientos de las viejas torres y castillos. Incluso la misma edificación siguió pautas similares, adaptando las trincheras blindadas al contorno de la peña, como viejas murallas asentadas sobre piedra. En los diferentes crestones que sobresalen en la cumbre se fueron construyendo, unas veces sobre el nivel del suelo y otras mediante excavación de la roca madre, un amplio conjunto de fortificaciones de diversa tipología: búnkers, nido de ametralladora, galerías blindadas, puestos de observación, etc. Fue erigida a mediados del 37, pocos meses antes del fin de la guerra en el frente norte, y entre las curiosidades del lugar está la profusión de inscripciones en las áreas hormigonadas.
Volviendo
a la fortificación, apenas dejamos atrás la gruta que pudo haber sido el
polvorín y hoy es refugio para ganado, aparece la primera trinchera, excavada
en la roca siguiendo el curso del estrato calizo. Hacia la izquierda mirando hacia
el norte, se aprecia el zigzagueo de la primera posición, una trinchera
blindada en la que se ven claramente las troneras de fusilería. Por su parte,
la trinchera excavada en la roca discurre recta hacia el sur, ganando en
profundidad progresivamente, llegando al extremo del crestón, bajo la sombra de
una gran cruz de hierro, a una pequeña posición dominante sobre San Román y el
curso del Nalón.
Cruz sobre la peña ¿Símbolo exaltación de la victoria franquista o simple exposición de fervor religioso? (Localización 2) |
De
este punto parte una línea de trincheras blindadas apoyadas sobre la roca madre
siguiendo el perímetro de la cima de la peña por su parte sur. Los muros
exteriores son de gran anchura, más de medio metro de piedra, ladrillo y
hormigón con una sucesión continua de aspilleras. La techumbre de la posición
fue destruida tras el fin de la lucha en el norte para extraer el hierro de los
encofrados, material de gran valor en época de tanta escasez y tanta demanda en
una Europa inmersa en un alocado rearme pre-bélico. Aquellas demoliciones,
junto con el paso del tiempo, el abandono y la vegetación han dañado seriamente
grandes tramos de la fortificación, aunque no por ello deja de resultar
impresionante.
Galería que asciende al fortín, y al fondo la galería sur (Localización 4) |
Mensajes del pasado |
Fortín intermedio y galería blindada (Localización 5) |
Uno de los tambores con el muro interior que lo divide en dos (Localización 6) |
Búnker en el peñón superior (Localización 7) |
Tras
descender del peñón y observo cómo semiocultos bajo un mar de musgo y pequeños
árboles se adivinan posibles restos de construcciones, quizás restos de
construcciones auxiliares u otras edificaciones destruidas. Encaminándome de vuelta a la senda de acceso
paso junto a la trinchera blindada que zigzagueaba entre la hierba que había
visto al principio. Se conserva bastante bien pese a las destrucciones de
rigor, pero tengo tal caladura encima que no me animo a sumergirme en un metro
de vegetación chorreante y escayos amenazantes. Bastante me queda con volver al coche, descendiendo
por la pendiente embarrada intentando no terminar rodando por el suelo. Pero
pese a todo mereció la pena acercarse aquí, con la humedad y el orbayu, para conocer
un poco más de nuestra historia y de uno de esos rincones que tanto abundan en
esta tierra y que tan desconocidos nos resultan. Una peña en la que el hombre
se ha empecinado en dejar impresa su huella a lo largo de los tiempos.
Vista aérea de la fortificación de la Peña con las localizaciones de las posiciones citadas |
Un muy buen post
ResponderEliminarGracias. Al menos siempre lo intentamos, con mayor o menor éxito.
ResponderEliminarSuscribo.
ResponderEliminarMuy bueno.
Buena entrada, gracias por tu comentario en mi blog. me apunto tu blog para seguirlo.
ResponderEliminarpd: Nos conocemos de Arama 36/37 ;)
Pues no lo sabía, ya me dirás quién yes.
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