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jueves, 28 de abril de 2011

Borrando las huellas de nuestro pasado

Es cosa común en nuestra sociedad el cometer desmanes contra la naturaleza, el paisaje o nuestra Historia invocando a los espíritus del desarrollo, el progreso y el bienestar, sin tener en cuenta que muchas veces estas palabras no sirven más que de capa con la que disfrazar la especulación, el negocio y la ignorancia.

Han visto nuestros ojos como a desaparecían castros entre la polvareda levantada por los barrenos de las canteras, túmulos arrasados por modernos aerogeneradores, bosques de hayas y castaños centenarios aniquilados por las madereras, siendo seguidamente sustituidas por tristes plantaciones de eucaliptos. Ve esta tierra nuestra como los intereses económicos escudándose en la prosperidad instan a destruir las bellas lagunas de Salave buscando el oro que no pudieron extraer los romanos. Urbanizaciones en la costa llanisca, tan monstruosas como ilegales, con las que enriquecerse unos pocos a costa de la herencia de tantos. Qué decir de aquella salvajada del castro de Llagú en Latores, cuando unos desconocidos arrasaron los restos del castro que impedía la expansión de una cantera. Destruido el castro la cantera, que curiosamente era la que vigilaba el yacimiento, obtuvo la licencia para continuar la explotación. Creo que nunca acabaría.

Semeya tomáa prestada de www.tiatordos.net proyecto 366 (mui recomendable de visitar pa los amantes d'esta tierrina nuestra)
Hoy parece que otra amenaza especulativa, otro negocio redondo para unos caballeros que no ven más allá de su coche y su chalet, se cierne sobre una huella de nuestra Historia, Historia reciente pero Historia. Algo que ha marcado esta tierra a sangre y fuego y que formará parte del legado de los asturianos futuros como ya forma parte del nuestro. Entre Colloto y la periferia del Oviedo moderno se encuentra una pequeña loma. Una loma cubierta de vegetación, de prados en los que aún pasta el ganado, de casas unifamiliares. Se llama esta loma Las Matas, y en ella, ocultas por la vegetación y el olvido, descansan huellas de hormigón y acero de nuestra guerra civil.

La posición fortificada de Las Matas (o La Mata), perteneciente al anillo republicano con el que se cercó al Oviedo nacional, es una de las más espectaculares que se pueden ver en Asturies, tanto por su extensión como por el estado de conservación.

Cerrando por el Este el cerco a la ciudad de Oviedo y controlando la antigua carretera nacional a Santander, la posición de Las Matas se podía considerar un punto fuerte de la línea que venía desde Abuli pasando por
Les Peñes y la Bárcena, proseguiendo por La Blima, Les Matuques, La Carisa y otras localidades en dirección a Fitoria, con una zona fortificada avanzada en La Monxina, frente al hospital psiquiátrico de La Cadellada.


En la parte inferior de la posición se abre la primera de las galerías de tiro, totalmente cubierta por la maleza pero a la que todavía es posible el acceso. Tiene esta galería, además de diversas aspilleras para la fusilería, dos tambores para armas automáticas. De paredes de ladrillo y techo de hormigón armado, con aberturas para la ventilación. A medio camino se ve, medio derruída lo que debía ser una galería que comunicaría con otras trincheras superiores, proporcionando otra vía de acceso. El tambor situado más hacia el sur esta también parcialmente derruido. Por el suelo quedan visibles las huellas de la guerra que aún hoy se libra en esas trincheras; jeringuillas o fundas de sanikits nos recuerdan que el infierno para los hombres no se acabó en octubre del 37.


Subiendo por la colina encontramos la segunda línea fortificada, apenas visible desde el exterior salvo en un par de tramos debido a la acumulación de cotolles y tierra. Se accede a esta galería por el extremo este, donde, inmersa en un marasmo de vegetación, todavía se vislumbran un par de tramos de trinchera abierta con muros de ladrillo. Al poco de entrar a la galería entramos en el primer nido de ametralladoras, en muy buen estado, con la meseta casi entera y dos troneras. Aquí podemos encontrar la inscripción que un miliciano, Avelino, dejó el 2 de agosto del 37. Continúa la línea zigzagueando y ascendiendo ladera arriba unos 50 metros más por lo menos.


Más atrás, formando una tercera línea, en un terreno abierto en el que hoy pastan las vacas, encontramos un búnker que serviría de puesto de mando de la posición o depósito de municiones, con un tambor en la entrada derruido por el paso de los años y el peso de la techumbre de hormigón. A su lado se abre una sala cuadrada donde estaría el puesto de mando o la santabárbara. Por el prado, uniendo una posición con otra, totalmente colmatadas, se aprecian los bordes superiores de los muros de ladrillo que dibujaban las trincheras blindadas hace 75 años. Unos metros más arriba del puesto de mando se abre una segunda galería don aspilleras para fusiles, de no mucha longitud, pero que daba paso a través de una galería excavada en la roca al segundo de los nidos de ametralladoras que hay en la zona. Esta galería está cegada por sucesivos derrumbes, y al nido hay que acceder a través de un boquete practicado en la cobertura de hormigón, encontrándonos con un bunker con dos troneras y con la meseta para las armas automáticas totalmente destruida. Más arriba existe un bloque de hormigón que podría ser el techo de un tercer nido de ametralladoras.


Finalmente podemos encontrar las posiciones artilleras. Actualmente la maleza ocupa buena parte de las posiciones, de las que sólamente son visibles los muros laterales, pues las cubiertas fueron destruidas en la posguerra por el Servicio Nacional de Regiones Devastadas y Reparaciones para extraer los railes del encofrado ante la escasez de metal en los años del aislacionismo y la autarquía. Quedan en pie también las galerías que comunicaban las cuatro casamatas entre sí y con el exterior.


Este conjunto fortificado está ubicado en los terrenos en los que se pretende levantar un conjunto residencial que se publicita como Ciudad Jardín de Colloto. No hace mucho tiempo la urbanización de amplias zonas del Este de Oviedo desembocarón en el arrase de importantes líneas de trincheras y fortificaciones en Prado de la Vega. Esperemos que de algún modo se pueda conseguir que este desarrollo tan bestial, en unas ciudades que, sin apenas crecer en número de habitantes, ven como sus límites siguen y siguen expandiéndose para regocijo de especuladores y políticos sin importar lo que ese crecimiento traiga consigo en forma de deterioro arqueológico, natural y paisajístico.

1 comentario:

  1. estoy de ciudades residenciales hasta el moño ,la mano del hombre acaba con todo ,el dia que se revele la naturaleza ,va ser muy gordo ,un saludo y decir que me gusta lo que ha escrito .

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